Es difícil encontrarse a alguien como Juan José Gallego (León, 1940), un exorcista que habla con claridad de posesiones. Gran conocedor de la Comunitat Valenciana, desgrana un oficio con muchos mitos a su alrededor... ¿o quizá no tantos?
De voz grave y ligero deje valenciano, el padre dominico Juan José Gallego atiende nuestra llamada y arroja luces sobre un oficio, el de exorcista, asociado demasiadas veces a la película homónima de 1973 dirigida por William Friedkin y a unas notas de piano de sobra conocidas. Pero, ¿qué hay de cierto en lo que cuenta la cinta? Pues, a tenor de lo que relata Gallego, mucho. Escucharle explicar algunos de sus casos pone los pelos de punta, porque son historias vistas cientos de veces en el cine. Fuerza sobrehumana, convulsiones, lenguas extrañas, voces graves... auténticos relatos de terror que se desarrollan en el despacho de este tranquilo leonés, que fue ordenado en Torrent, y que no se parece en nada al atormentado padre Karras.
Antes de ser designado exorcista, usted trabajaba en Valencia, donde pasó muchos años. ¿En qué consistía su trabajo allí?
Casi más de la mitad de mi vida la he pasado en Valencia. Me ordenaron sacerdote en Torrent, en el año 1965. Después fui prior de un convento de esa ciudad, rector del Colegio San Vicente Ferrer durante seis años, presidente de la Confederación de Religiosos de la Comunidad Valencia (Confer-Coval) y vicegrancanciller de la Facultad de Teología de San Vicente Ferrer. Me siento muy identificado con Valencia.
¿Cómo y cuándo le dicen «padre Gallego, necesito que sea exorcista»? ¿Cuál fue su reacción?
Aquí, en Barcelona, estaba de exorcista un padre que había vivido en Valencia, el prior de uno de los conventos dominicos de Valencia. El cardenal, cuando el hermano se fue, me preguntó si yo aceptaría. Yo dije que sí, sin más. Él me conocía un poco pero más a mi hermano.
¿Qué necesita alguien para ser exorcista de la Iglesia Católica?
Según el código de Derecho Canónico, tiene que ser sacerdote, ser nombrado por el obispo y tener buena fama y ser docto en doctrina social de la Iglesia. Hay que tener, claro, conocimientos de demonología. Me tragué todo lo que había y me preparé mucho. Los poseídos son uno de los colectivos que más sufre y está casi abandonado.
¿Cree que el suyo es un ministerio necesario?
Totalmente. Mucha gente que se siente mal y no sabe dónde acudir, que va a un sacerdote, que antes siempre le derivará a un psiquiatra. El poseído puede no ser católico, pero es más difícil de solucionar. Hace más de 4.000 años que había exorcismos en Mesopotamia y los hay en todas culturas hoy en día.
De los más de 300 exorcismos que ha realizado, ¿se le ha quedado alguno grabado?
Al poco de ser exorcista, me llamó un señor de Ecuador y me dijo que estaba asustado porque su mujer cuando veía cualquier signo religioso perdía el conocimiento, se ponía violenta... Cuando vinieron yo había salido, así que me retrasé. Al acercarme, vi que ante el convento estaba en el suelo. La metimos dentro, fui a por el libro del exorcismo y el agua bendita, y se retorcía por el suelo de una manera impresionante cuando le tiraba agua. Tuve miedo, porque se lanzaba a cogerme de los pantalones, quería hacer daño a su hijo pequeño... Cuando terminamos me pidió confesión y me dijo que el agua bendita le quemaba. Me impresionó también un muchacho de quince años que aparecía con la camisa quemada, arañado, decía que su abuelo le hablaba... En fin, cosas muy raras. No quiso hacer el exorcismo. Después de pelear, aceptó y en medio del exorcismo me dijo: «Van a salir pero volverán». A los cuatro cinco días volvió todo igual. Durante el exorcismo, perdía el conocimiento nada más empezar: entraba en trance, que duraba unos diez minutos. Un día pasó media hora y le dije que no le hacía más exorcismos porque estaba violento, así se fue a Murcia y le ayudó un exorcista de allí. Ocurrió con este muchacho un episodio curioso. Iba en el coche con su madre y su hermana por la autopista, algo se apoderó de él y cogió el volante. El coche dio tres o cuatro vueltas de campana y quedaron todos ilesos. Mi interpretación es que es verdad, el demonio le había poseído, pero los ángeles de la guarda le protegieron.
¿Es verdad lo que se ve en las películas?
Al poco de nombrarme exorcista me hicieron una entrevista en Barcelona y me preguntaron por esto. A la semana siguiente, una cadena de televisión dio El Exorcista, y entonces vi muchas cosas que no había visto. Por ejemplo, la protagonista hace la ouija, que es una invocación a los espíritus. Lo que le pasó a ella... he tenido casos semejantes: hablan lenguas, tienen fuerza, se sienten destrozados interiormente, sienten una presencia dentro de ellos... He vivido casos similares. Un muchacho, por ejemplo, que en una colchoneta daba brincos de dos y tres metros, que si no lo ves no lo crees. Es terrible lo que sufren estas personas, la verdad, aunque nunca permitiré que nadie filme un exorcismo.
En alguna ocasión ha asegurado que la Comunitat Valenciana es una zona con una gran actividad demoníaca.
Sí. Son impresiones. Quizá el bienestar de la zona afecta. No lo sé. Fíjate que las sectas satánicas hacen un mal enorme, y es posible que haya por allí células de esto. Hay que estar atentos porque hoy hay muchísima gente que se ríe de estas cosas, pero me gustaría que la gente liberada hablara y dijera lo que han tenido que pasar para que todos vuelvan a creer en esto.
¿Ha pasado miedo en alguna ocasión?
Pasé mucho miedo al principio. Cuando dije que sí, cuando paseaba veía demonios por todas partes. En un momento de mi vida, dije que era sacerdote y que creía en la Eucaristía, y que eso era mucho más importante. Desde aquel momento no he tenido miedo ningún momento.
¿Qué son los demonios?
Presencias. Se puede hablar con ellos... pero yo no lo he hecho nunca porque el demonio es el padre de la mentira. No tienes que hacerle caso.
¿Es difícil pedir permiso para hacer un exorcismo?
Yo tengo un nombramiento que no es frecuente. Dice textualmente: «Te autorizo para que realices todos los exorcismos que tú consideres necesarios según tu prudencia». Depende de que el obispo se fíe de ti y que tenga indicios de que eres una persona preparada.
¿Cree que algunas de las posesiones que usted exorciza se pueden tratar de problemas psiquiátricos?
El exorcismo no es un oficio de psiquiatras. Pero eso sí, cuando viene alguien lo primero que le pido es que me enseñe un certificado psiquiátrico. Son funciones distintas. El exorcista es un oficio religioso. Con las películas que hemos visto nos fijamos en los movimientos violentos y esas cosas, pero eso es lo secundario. El demonio lo que quiere es apartarnos de Dios. El exorcista tiene que ayudar a estar con Dios. La verdad es que en ocasiones hay esquizofrenias que dan síntomas parecidos, por eso antes tengo una entrevista con la persona que puede durar cuatro o cinco sesiones hasta que tengo indicios ciertos de que puede haber algo.
Ver post anterior: Juan Jose Gallego, exorcista de Barcelona (1)
No hay comentarios:
Publicar un comentario