31 jul 2010

Una monjita y un exorcismo.

Sábado 18 de julio de 2009



El Padre Mancuso, exorcista de la Plata

El padre Mancuso, en la iglesia donde realizó la mayoría de los exorcismos: el templo de San José (La Plata), en la calle 6












A Miguel se le aparecía en sueños una monjita que le señalaba el rostro de un hombre. En su desesperación, Miguel soñaba que esa mujer piadosa y consagrada le decía, sin palabras, "este hombre puede salvarte del averno". Miguel vivía en Entre Ríos y trabajaba con un miembro de una secta satánica que lo pretendía en amores. Se había resistido a ese requerimiento, había probado alimentos que el mago le había cocinado a modo de galante obsequio y, a partir de entonces, había sufrido convulsiones, violencias y toda clase de fenómenos autodestructivos. Lo habían tratado médicos y psiquiatras, y un sacerdote local le había diagnosticado "posesión diabólica". Al borde del suicidio, creyendo verdaderamente que estaba tomado por el demonio, llegó a la provincia de Buenos Aires y buscó, por medio de unos parientes alarmados, a un exorcista.

Carlos Mancuso es el párroco del templo de San José, sobre la calle 6, y el cura autorizado por el obispado de La Plata para realizar el ritual más misterioso y estremecedor de la liturgia católica. Cuando Mancuso examinó en su despacho al paciente y comprobó que no se trataba de un asunto meramente psiquiátrico, Miguel reconoció en sus facciones la cara del hombre providencial que le señalaba, en sueños, aquella monja ignota.

El exorcismo se produjo poco después en esa iglesia cerrada, sobre una frazada y con ayuda de cinco hombres que sostenían al poseso, mientras Mancuso trabajaba con las oraciones en latín, el crucifijo y el agua bendita. En la realidad, los exorcismos son mucho menos espectaculares que en la ficción. No hay levitaciones, telequinesis, multiplicidad de voces ni pronunciación de distintas lenguas. Al menos, el padre Mancuso, que lleva veinte años cumpliendo ese ritual redactado en 1614 y que tuvo leves enmiendas en 1984 bajo el papado de Juan Pablo II, asegura que jamás vio semejantes piruetas o clichés del folklore.

No por eso la ceremonia resultaba menos aterradora. Miguel se sacudía, gruñía, pateaba, insultaba y de vez en cuando miraba el fondo de los ojos del exorcista y le hablaba en nombre de otro. "Tu Dios no existe", le dijo en un momento. "¿Ah, no? -respondió Mancuso-. ¿Y a vos quién te mandó al infierno?" Miguel, o su ardiente inquilino, pasó de la negación al lamento: "Dios me ha abandonado".

El sacerdote tiene orden de su obispo de no confraternizar ni entrar en diálogos, pero no pudo en esa ocasión evitar la ironía: "Ah, claro, ahora resulta que te abandonó". Miguel se movía con una fuerza impresionante, y era doblegado una y otra vez por los auxiliares y atacado con las armas del ritual.
En un momento, exhausto por el esfuerzo, sonrió de un modo escalofriante: "Bueno, ahora podemos negociar", le dijo al cura. No había negocio posible. Y al final se entregó. Lo hizo adoptando un alivio absoluto, una paz nueva, un silencio limpio. Regresó a casa de sus parientes con la sensación de que había vuelto a ser él mismo después de tanto tiempo. Y antes de viajar a Entre Ríos, fue a escuchar misa y a darle gracias a Dios a la catedral de La Plata. También visitó distraídamente la santería y entre todas las estampitas vio una de sor María Ludovica, una mujer legendaria que realizó una gran tarea en el Hospital de Niños de la ciudad y murió en 1962. Esa era la monjita -aseguró Miguel, alelado- que se le aparecía en sueños mostrando la cara redonda pero seria del padre Mancuso.

Este episodio ocurrió hace dos años y a pesar de que el párroco de San José es uno de los más notables exorcistas de la Iglesia Católica argentina y que no se trata de un sacerdote ramplón y ciego sino de un hombre intelectual y estudioso de la psiquiatría, no puedo creer en lo que acaba de contarme. Puedo creer que me cuenta la verdad. Pero no puedo creer de verdad que existan anticristos ni posesiones satánicas. "No puedo creer -le digo-. Pero a veces creo en los que creen."

Fui educado en un colegio salesiano, pero luego conocí el materialismo histórico y me deslicé por la ciencia y la razón a este agnosticismo culposo: ahora envidio a los que tienen fe. Y me fascinan los ritos milenarios de la Iglesia que resisten la modernidad. Pero me gustan las historias de exorcistas como me gustan los cuentos de fantasmas y de vampiros.

Me encantan como lector los monstruos aunque no puedo creer verdaderamente en ellos. En mi concepción racionalista, Miguel tenía un delirio místico y necesitaba un curador que entrara en su lógica, creyendo profundamente en ella, y que lo curara de esa sugestión. El exorcista y el poseso tenían así algo en común: creían que Satanás existía y que podía invadir un cuerpo humano. Para muchos miembros de la propia Iglesia el diablo es sólo una metáfora del mal. Una figura jamás corpórea ni parlante. Otros sectores tienen la seguridad plena de lo contrario. Se reconoce que Juan Pablo II realizó tres exorcismos y se recuerda que hace poco Benedicto XVI saludó a la Asociación de Exorcistas Italianos diciéndoles: "Ustedes ejercen un importante ministerio al servicio de la Iglesia".

Lo concreto es que, en la era de las computadoras y más allá de polémicas internas o externas, el exorcismo se sigue practicando discretamente en casi todo el mundo. Y Mancuso se ha convertido en un referente de esa praxis. Lo llaman y escriben desde Estados Unidos y Europa, y lo invitan a realizar exorcismos en Centroamérica. Hace dos años tuvo que dar una conferencia en el Congreso Internacional de Psiquiatría, que se realizó en el Hotel Panamericano. El exorcista ha estudiado mucho esa materia, y los psiquiatras lo rodeaban pidiéndole que les relatara los casos más impresionantes. Su principal trabajo consiste en dilucidar cuándo verdaderamente se trata de un hecho de posesión. En muchas ocasiones, descubre detrás de esos síntomas esquizofrenia, histeria o paranoia, y deriva a los pacientes hacia centros de salud mental. Muchas veces percibe que es simplemente trabajo para los médicos clínicos o para los neurólogos. Es que los exorcistas dividen los problemas en tres planos: el físico, el psíquico y el espiritual. Y sólo pueden intervenir cuando en los dos primeros no se ha encontrado la razón última del disturbio. Si tengo que optar entre la mente y el alma, particularmente yo me quedo con la mente porque puedo diseccionarla, pero no se me ocurre discutir del tema con alguien que estudia día y noche teología, psiquiatría, parapsicología y tratados de demonología. Estamos en su despacho, donde habitualmente atiende cercado por libros antiguos, y me doy cuenta de que le teme más a la influenza que al demonio. "Es cierto -se ríe-. Tengo la estufa prendida todo el día y me pongo el abrigo para salir al corredor porque hace frío: soy diabético y no quiero enfermarme. Vivo solo y nunca tuve miedo a cosas sobrenaturales."
El cielo y la tierra están llenos de asuntos que no comprendemos y tengo la impresión de que no me queda más alternativa que escuchar y narrar algunas experiencias límites del exorcista sin juzgar si la suya es medicina real o simple placebo.

El primer caso de posesión que Carlos Mancuso vio de cerca ocurrió en los años 80 y la protagonista del evento resultó ser una catequista. La chica estaba de novia y todo marchaba bien, directo al casamiento, a pesar de que la inminente "suegra" pensaba que ella no era un buen partido y que la relación era un error. Al parecer, la mujer consultó un brujo y pagó por un maleficio. El mago le dio un preparado especial y le pidió que lo mezclara con frutillas e hiciera con ellas una torta para la catequista. Se trataba de un "trabajo" importante, y la madre del novio siguió las indicaciones al pie de la letra. Después de comer varias porciones, la chica comenzó a vomitar y a perder la conciencia, cambió radicalmente su personalidad y entró en un túnel de insultos y reacciones demenciales que duró días y días, y que ningún médico atinaba a frenar. El ángel se había convertido en un demonio. Y el cura de su parroquia, cuando la cosa se volvió inmanejable y escuchó que ella misma aseveraba tener dentro una presencia maligna, fue a buscar a Mancuso. Era una noche de luna y el cura de la calle 6 caminó por un largo pasillo y tocó a la puerta de la casa. Lo hicieron pasar y vio que la catequista estaba en cama, con su madre a un lado y un sacerdote, amigo de la familia, del otro. Inmediatamente entró, la chica le gritó a Mancuso: "¡Fuera, basura!". Y comenzó a escupirlo. Mancuso le acercó el crucifijo y le advirtió: "Este te va a vencer". La catequista respondió, con voz ronca: "A ése yo ya lo vencí".

"Está endemoniada"

Al día siguiente Mancuso visitó al padre Antonio Sagrera, un sacerdote español que tenía 85 años y que era el exorcista oficial de la diócesis. Sagrera estaba trabajando en el jardín y en cuanto Mancuso empezó a relatarle los detalles del caso de la catequista, sin dejar de cortar los brotes con su tijera, el veterano guerrero de la oscuridad dictaminó: "Está endemoniada". Lo hizo sin pestañear y sin dejar de podar su parra. Mancuso quedó impresionado por la seguridad de su maestro. Luego también él adquiría ese ojo clínico.

En aquel entonces, para practicar un exorcismo en la zona había que pedir permiso a monseñor Antonio Plaza. Hoy el obispo Héctor Aguer le ha dado permiso especial a Mancuso para llevar a cabo esas ceremonias según su criterio: confía absolutamente en los razonamientos de su párroco. Plaza le dijo a Mancuso: "Háganlo pero con mucha prudencia, tal vez no se trate de una poseída sino de una enferma".

Los familiares de la catequista la trajeron a la rastra a la iglesia a las diez de la mañana. Cerraron el templo al público y pusieron una manta en el suelo. Pese a que Sagrera dirigía la operación, Mancuso se adelantó y les dijo a los auxiliares: "Agárrenla entre todos". La catequista lo miró con sorna: "Ah, me tenés miedo". A órdenes del padre Antonio comenzaron los ritos y las unciones, y su sucedieron los pataleos e insultos procaces.

En un momento pararon para descansar y uno de los auxiliares le dijo: "La bronca es con usted, Mancuso". Era cierto: Sagrera manejaba el exorcismo, pero el odio de ella no se concentraba en el maestro sino en el aprendiz. "Fue como un aviso -me dice Mancuso-. Una premonición y un aviso por todos los combates que libraríamos él y yo a partir de entonces." Después de luchar y resistirse, después de un escándalo de voces y forcejeos, repentinamente todos escucharon una voz: "Abandono". Y la chica volvió dolorosamente de su furia ciega a sus cabales. Un estudiante de medicina, que presenciaba las maniobras, la había examinado en el pico máximo de tensión: la catequista registraba los valores vitales normales. En medio de la ira sin límite y los puñetazos tenía sólo 72 pulsaciones, como si estuviera tomando una apacible siesta.

El crecimiento del ocultismo y la magia negra, la proliferación de sectas satánicas y las cofradías secretas, la multiplicación de hechiceros, curanderos y adivinadores, y la progresiva experimentación del espiritismo han sido el principal caldo de cultivo de los pacientes que el padre Mancuso ha venido atendiendo. La mayoría proviene de la provincia de Buenos Aires y de la Capital.

Sin embargo, el caso más resonante del exorcista de la calle 6 vino de Santiago del Estero. En 1985 un joven de veinte años llamado Gonzalo entró en una secta y firmó un pacto diabólico. Se les prometía, a quienes pactaban, placeres y dichas a cambio de ofrendas cada vez más exigentes. A Gonzalo le pidieron, en una escalada final, la vida de un ser querido: que asesinara a un sobrino de ocho años. El joven no pudo cumplir con ese sacrificio y comenzó a tener comportamientos perversos, a manifestar que cargaba con una venganza infernal y que llevaba en su interior un espíritu demoníaco. Lo revisaron siquiatras y médicos, y lo trajeron a La Plata en ambulancia: allí vivía su madre, que lo hizo ver en institutos de alta tecnología médica. Gonzalo cometía locuras en períodos irregulares y de manera intermitente. Lo ingresaron finalmente en un manicomio y, después de unos días de observación, un psiquiatra encaró a la familia: "Llévenlo a un sacerdote especializado para que lo curen de la parte espiritual".

Un jueves de ceniza un párroco de la zona, atribulado por el caso, recurrió a los exorcistas. Mancuso examinó detenidamente el asunto y decidió que harían la ceremonia. El y sus auxiliares ayunaron durante unos días y estuvieron en oración permanente. Luego se reunieron con parientes de Gonzalo y con un médico catedrático de la Universidad de La Plata, que quería presenciar el exorcismo, y partieron hacia la zona de Lisandro Olmos. Gonzalo estaba viviendo solo en una casa humilde. Los vecinos decían haberlo visto masticar vidrios, tragar cuentas de rosario y destruir crucifijos. Había intentado pegarle a su madre, había tratado de estrangular a un hombre, había roto ventanas y dormía en el piso como un animal. Tenía, sin embargo, lapsos de lucidez y por lo tanto de congoja.
Mancuso entró en la casa y alzó su crucifijo, rodeado de su grupo de ayudantes, y Gonzalo se acercó en cuatro patas gruñendo como un cerdo y se detuvo, echó a correr en sentido contrario y se lanzó afuera por una ventana. Corrió a campo traviesa sin que pudieran alcanzarlo. Y tuvieron que volver a la parroquia con las manos vacías. Pero, después de almorzar, les avisaron a los sacerdotes que lo habían finalmente apresado y que lo llevaban maniatado en una camioneta hasta la Iglesia de San Cayetano.

El exorcismo se realizó en esa misma iglesia, con el apoyo de una veintena de personas, que lograban sujetar a Gonzalo a duras penas. El joven tenía una fuerza inverosímil y cuando Mancuso intentó ungirle la frente se sacudió con violencia. Lo dieron vuelta y lo pusieron boca abajo para que no pudiera lastimar a nadie ni zafarse, y los curas comenzaron el ritual en latín y no lo acabaron hasta que Gonzalo se aplacó y pudieron sentarlo en una silla. Allí terminaron los alaridos y extraños balbuceos. Estaba ahora calmado y abatido, y narró el acuerdo diabólico que había firmado y por qué se había producido la posesión. Y luego, en señal de arrepentimiento, pidió que lo llevaran en andas hasta el sagrario y allí besó los pies de Jesucristo: todo había terminado.

"Gonzalo murió veinte años después, hace poco -me dice Mancuso-. Muerte súbita. Le falló el corazón." Supongamos, le propongo, que un tipo cree estar endemoniado pero no lo está y ustedes le realizan un exorcismo. "No siempre podemos estar seguros de que no simulan la posesión -confiesa encogiéndose de hombros-. Pero si la persona se va de acá mejor, hemos hecho un bien, ¿no cree?" Me gusta creer que el exorcista no tiene forma entonces de hacer el mal. Me habla de paso de San Benito de Nursia, que fundó la orden de los benedictinos, fue un poderoso exorcista y es "invocado con efectividad" para conseguir la protección contra los espíritus diabólicos.

Mancuso se coloca nuevamente el abrigo y me acompaña hasta la puerta atravesando la fría austeridad de su parroquia. Está preparándose porque en pocos días más le traerán a un muchacho que vive en una villa miseria de la Capital. Dicen que está poseído y que al nacer su madre en lugar de bautizarlo lo consagró a Satán durante una misa sangrienta. Por cada hecho diurno hay un hecho nocturno. Hay una Biblia y una biblia negra, y un Cristo y un anticristo, un derecho y un revés, una diestra y una siniestra. Y un duelo entre los cultores del diablo y este gladiador de Dios. Aún en mi incredulidad más absoluta, le digo que fue un honor conocerlo. Mancuso no puede con su genio y me recuerda una vieja sentencia católica: "Al infierno van aquellos que dicen que no existe el infierno".

El Personaje

CARLOS MANCUSO
Cura exorcista de la diócesis de La Plata


Quién es: tiene 75 años y es desde hace más de treinta el párroco del templo de San José, ubicado en la calle 6 de La Plata.

Qué hace: tiene autorización de la Iglesia Católica para practicar el ritual del exorcismo. Es un estudioso de la psiquiatría, la parapsicología y la demonología.

Sus cargos: es confesor del Monasterio de Carmelitas, del Seminario Mayor y de la Casa del Padre Pío. Y capellán del Colegio Eurcarístico de la Plata. También es canónigo de la Santa Iglesia Catedral, es decir: forma parte del consejo de sacerdotes de monseñor Héctor Aguer, a quien responde de manera directa.

Su experiencia: realizó decenas de exorcismos. La célebre película de William Friedkin le parece "una exageración total". Recomienda ver una más realista: "El exorcismo de Emily Rose".

25 jul 2010

Santo Domingo de Guzmán en un exorcismo

UN ALBIGENSE POSESO

Mientras Santo Domingo, predicaba el Rosario cerca de Carcasona, (Francia) le presentaron un albigense poseído del demonio. Exorcizólo en presencia de una gran muchedumbre. Se cree que estaban presentes más de doce mil hombres. Los demonios que poseían a este infeliz fueron obligados a responder, a pesar suyo, a las preguntas del Santo y confesaron:
1. que eran quince mil los que poseían el cuerpo de aquel miserable, porque había atacado los quince misterios del Santo Rosario;
2. que con el Rosario que Santo Domingo predicaba causaba terror y espanto en todo el infierno y que era el hombre más odiado por ellos a causa de las almas que arrebataba con la devoción del Rosario;
3. revelaron además muchos otros particulares.
Santo Domingo arrojo su Rosario al cuello del poseso y les pregunto que de todos los santos del cielo, a quién temían más y a quien más debían amar los mortales.
A esta pregunta, los demonios prorrumpieron en alaridos tan espantosos que la mayor parte de los oyentes cayó en tierra sobrecogidos de espanto. Los espíritus malignos, para no responder comenzaron a llorar y a lamentarse en forma tan lastimera y conmovedora, que muchos de los presentes empezaron también a llorar movidos por natural compasión. Y decían en voz dolorida por boca del poseso: "¡Domingo! ¡Domingo! ¡Ten piedad de nosotros! ¡Te prometemos no hacerte daño! Tu que tienes compasión de los pecadores y miserables, ¡Ten piedad de nosotros! ¡Mira cuanto padecemos! ¡Misericordia! ¡Misericordia! ¡Misericordia!"
El Santo sin inmutarse ante las dolientes palabras de los espíritus, les respondió que no dejaría de atormentarlos hasta que hubieran respondido a sus preguntas. Dijeron le los demonios que responderían pero en secreto y al oído no ante todo el mundo. Insistió el Santo, y les ordenó que hablaran en voz alta. Pero su insistencia fue inútil: los diablos no quisieron decir palabra. Entonces el Santo se puso de rodillas y elevó a la Santísima Virgen esta plegaria:
"¡OH excelentísima Virgen María! ¡Por virtud de tu Salterio y Rosario ordena a estos enemigos del género humano que respondan a mi pregunta!"
Hecha esta oración, salió una llama ardiente de las orejas, nariz, y boca del poseso. Los presentes temblaron de espanto, pero ninguno sufrió daño. Los diablos gritaron entonces:"Domingo, te rogamos por la pasión de Jesucristo y por los méritos de su Santísima Madre y de todos los santos, que nos permitas salir de este cuerpo sin decir palabra. Los ángeles cuando tú lo quieras, te lo revelarán. ¿Porque darnos crédito? No nos atormentes más: "¡ten piedad de nosotros!
"¡Infelices sois e indignos de ser oídos!", respondió Santo Domingo. Y arrodillándose, elevó esta plegaria a la Santísima Virgen:"Madre dignísima de la Sabiduría, te ruego en favor del pueblo aquí presente - instruido ya sobre la forma de recitar la salutación angélica (Avemaría) - ¡Obliga a estos enemigos tuyos a confesar públicamente aquí la plena y auténtica verdad al respecto!"
Había terminado esta oración, cuando vio a su lado a la Santísima Virgen rodeada de una multitud de ángeles que con una varilla de oro en la mano golpeaba al poseso y le decía:"¡Responde a Domingo, mi servidor!" Nótese que nadie veía ni oía a la Santísima Virgen, fuera de Santo Domingo.
Entonces los demonios comenzaron a gritar:
"¡OH enemiga nuestra! ¡OH ruina y confusión nuestra! ¿Porque viniste del cielo a atormentarnos en forma tan cruel? ¿Será preciso que por ti, ¡OH abogada de los pecadores, a quienes sacas del infierno; OH camino seguro al cielo!, seamos obligados - a pesar nuestro - a confesar delante de todos lo que es causa de nuestra confusión y ruina? ¡Ay de nosotros! ¡Maldición a nuestros príncipes de las tinieblas!
¡OID, pues, cristianos! Esta Madre de Cristo es omnipotente, y puede impedir que sus siervos caigan en el infierno. Ella como un sol disipa las tinieblas de nuestras astutas maquinaciones. Descubre nuestras intrigas, rompe nuestras redes y reduce a la inutilidad todas nuestras tentaciones. Nos vemos obligados a confesar que ninguno que persevere en su servicio se condena con nosotros. Un solo suspiro que Ella presente a la Santísima Trinidad vale más que todas las oraciones, votos y deseos de todos los santos. La tememos más que a todos los bienaventurados juntos y nada podemos contra sus fieles servidores.
Tened también en cuenta que muchos cristianos la invocan al morir y que deberían condenarse, según las leyes ordinarias, se salvan gracias a su intercesión. ¡Ah! Si esta Marieta - así la llamaban en su furia - no se hubiera opuesto a nuestros designios y esfuerzos ¡hace tiempo habríamos derribado y destruido a la Iglesia y precipitado en el error y la infidelidad a todas sus jerarquías! Tenemos que añadir, con mayor claridad y precisión - obligados por la violencia que nos hacen - que nadie que persevere en el rezo del Rosario se condenará. Porque ella obtiene para sus fieles devotos la verdadera contrición de los pecados, para que los confiesen y alcancen el perdón y la indulgencia de ellos"
Entonces Santo Domingo hizo rezar el Rosario a todos los asistentes muy lenta y devotamente. Y a cada Avemaría que recitaban - ¡cosa sorprendente! - salía del cuerpo del proceso gran multitud de demonios en forma de carbones encendidos. Cuando salieron todos los demonios y el hereje quedó completamente liberado, la Santísima Virgen dio su bendición - aunque invisiblemente - a todo el pueblo que con ello experimentó sensiblemente gran alegría.
Este milagro fue causa de la conversión de muchos herejes, que llegaron hasta ingresar en la Cofradía del Santo Rosario.
El secreto admirable del Santísimo Rosario
San Luis María Grignion de Montfort

19 jul 2010

Un santo en un exorcismo.

SAN MILLAN DE LA COGOLLA

El santo fue a la zona a realizar un exorcismo

Se atribuyen a San Millán gran número de milagros, que San Braulio refiere por lo menudo y Berceo reproduce, apoyándose en la tradición oral que transmitió hasta los nombres de las personas favorecidas. En realidad parece que la virtud milagrosa del Santo ejercióse principalmente en las curaciones de ciegos, tullidos y paralíticos, que a él acudían de todas partes, y en la expulsión de los demonios. A título de curiosidad, y por ser, indudablemente, el más legendario de todos los milagros de San Millán, la mayoría de los cuales entran en el orden de los que Dios ha obrado muchas veces por el intermedio de los santos, referiremos que en cierta ocasión el demonio le salió al camino y le retó a medir sus fuerzas con él, para lo cual tomaría el espíritu del mal forma y cuerpo tangibles. Hízolo así, pero salió malparado de la lucha, porque San Millán imploró el socorro de los ángeles, que le ayudaron a vencer. La leyenda medieval concreta en esta forma su admiración por el poderío que el Santo tuvo sobre el demonio.

Descubren en el Valle de Ocón los restos de una iglesia del siglo V visitada por San Millán de la Cogolla

El campo de trabajo que estudia el patrimonio arqueológico del yacimiento de Parpalinas, situado en el Valle de Ocón, ha descubierto los restos de una iglesia del siglo V que fue visitada por San Millán de la Cogolla. El director de las excavaciones, Urbano Espinosa, ha confirmado que se ha constatado que San Millán visitó este enclave, a mediados del siglo VI como testimonia en el siglo VII el obispo Braulio de Zaragoza al escribir la vida del santo.

(Efe/InfoCatólica) Se trata de una iglesia del siglo V, junto a una casa anexa, habitada por aristócratas, y que fue visitada a mediados del siglo VI por San Millán de la Cogolla. El director de las excavaciones dijo que en Parpalinas, según relataba el obispo Braulio de Zaragoza, “San Millán fue llamado a realizar un exorcismo en la casa del senador Honorio, quien desde ese momento se convirtió en un protector del cenobio emilianense”.

Uno de los elementos básicos en la descripción de la vida de San Millán de la Cogolla por el obispo cuando visita a Parpalinas es que reunió a los clérigos del lugar y, por lo tanto, “pensamos que tenía que haber una iglesia”, explica Espinosa. Durante la campaña, han aparecido los restos de una planta entera de una iglesia del siglo VII y, en su subsuelo, se han hallado los restos de otra planta no entera que corresponden, “con toda seguridad” a la iglesia visitada por San Millán de la Cogolla.

Gran valor cultural

La iglesia, explicó Espinosa, “tiene un gran valor cultural, porque se conserva la planta completa y son escasísimas los templos cristianos tempranos primitivos hasta el siglo VII que conocemos en España y en, particular, en el norte de la Península”.

Espinosa ha destacado el valor arqueológico de este yacimiento, que comenzó a estudiarse en 2005 con el apoyo del Gobierno riojano, la Universidad de La Rioja y el Ayuntamiento de Ocón, y que ha certificado la veracidad histórica de la información aportada por el obispo Braulio de que San Millán de la Cogolla estuvo en Parpalinas, aunque la cuestión del milagro “es un asunto de fé”

Otra de las líneas de investigación en este campo de trabajo fue conocer cómo era la cultura aristocrática en esta casa que San Millán de la Cogolla visitó, llamado por el senador Honorio. En la actual campaña se han encontrado ajuares cerámicos, agujas, anillos, broches para sujetar la ropa, vidrio y pinturas policromadas en las paredes que muestran cómo era la cultura aristocrática de la época hispanovisigoda.

Biografía de San Millán

Sacerdote exorcista de Méjico

Preocupación por el auge de las prácticas ocultistas en México

El culto hacia la Santa Muerte, la hechicería, la asistencia a reuniones espiritistas, el juego de la ouija, el esoterismo, entre otras prácticas “oscuras”, son temas que preocupan a la Iglesia Católica, reconoció el padre exorcista Pedro Mendoza Pantoja. Así lo cuenta el diario mexicano Tribuna, de Campeche.

Admitió que cada vez hay más personas que se sienten atraídas hacia estas actividades “ocultas” debido a que el núcleo familiar dejó de ser parte fundamental de la evangelización. Mendoza Pantoja, quien lleva más de 28 años como exorcista, afirmó que actualmente la Iglesia está resurgiendo y con ello la adoración a lo oculto y todo contacto con lo oculto es extremadamente peligroso.

Reconoció que en la materia de exorcismos los obispos y sacerdotes mexicanos “estamos en pañales. Necesitamos entender por qué la gente recurre a lo oculto, y saber hallar la diferencia de cuándo se trata de una posesión demoniaca o un trastorno mental”. Explicó que a su parroquia llegan “muchas” personas que creen estar poseídas por el demonio, pero sólo “tienen la mente trastornada. Me hacen su show, me han abofeteado cuando ordeno que el demonio salga de ellos, también han hecho lagartijas al revés, se golpean y se ponen como locos”, pero sólo son almas angustiadas.

Ejemplifica que las sesiones de espiritismo pueden dejar a la gente vulnerable a problemas psicológicos hasta creer que ven cosas sobrenaturales o que “el diablo se les ha metido en su cuerpo y alma, o piensan que otra persona está poseída por el demonio”. Prueba de la peligrosidad de estas actividades “ocultas” es el homicidio, en Veracruz, de dos menores que fueron asesinados (durante una sesión espiritista) por sus padres, quienes convencidos por una hechicera, creían que sus hijos estaban poseídos por el diablo.

Pedro Mendoza Pantoja dijo que el culto hacia la Santa Muerte, la hechicería, la asistencia a reuniones espiritistas, el juego de la ouija o el esoterismo “no hacen más que trastornar la mente de las personas, pero también dejan la puerta abierta para que entre el demonio”.

“El origen de todo es la desintegración familiar, es decir, la forma en cómo los mexicanos estaban conservando y transmitiendo de una manera vivencial el catolicismo en la familia, de generación en generación ha desaparecido”, lamentó. La adivinación, magia negra, hechicería, consulta de mediums, espiritistas, es la garantía de que nos encontramos ante un ambiente dañino de la pureza de la presencia de Dios, apuntó.

Sin embargo, Mendoza Pantoja confiesa que los obispos tienen miedo de encarar un exorcismo, de elegir al sacerdote idóneo que ayude a una persona poseída. “Ellos se preguntan: ¿cómo voy a encargar a alguien una misión así, si yo mismo no sé cómo hacerlo?”. Por otra parte, dijo que las armas que tiene el cristiano para atacar al demonio pueden ser muchas y muy variadas, requieren de la fe en Dios para usarlas como medios para un único fin, que es, atacar al maligno.

El cristiano, junto con su fe, que es sinónimo de la fuerza espiritual o presencia del que todo lo puede, Dios, elimina la presencia o el ataque demoniaco, tanto en la persona como en las cosas infestadas. Las prácticas religiosas a las que se refiere son: la confesión, la santa comunión, la señal de la cruz, pronunciar el nombre de Jesús y, en cuanto a los objetos bendecidos, considera el agua bendita, las velas bendecidas, vestidos, aceite, sal y pan, así como reliquias y las imágenes de los santos. Asimismo, propone como armas ordinarias, la oración, el ayuno y los sacramentos; mientras que el arma extraordinaria para él, es el exorcismo.