SEGUNDA PARTE
Enseñanza de San Agustín
Explicación de la adivinación diabólica
3 7. La naturaleza de los demonios. La
naturaleza de los demonios es tal que por la sensibilidad de los cuerpos
etéreos son superiores fácilmente a la sensibilidad de los cuerpos
terrenos. Además, por la rapidez debida a la movilidad superior del
mismo cuerpo etéreo aventajan sin comparación no sólo a la carrera de
cualesquiera hombres o fieras, sino hasta al vuelo de las aves. Dotados
de esta doble facultad en cuanto pertenece a un cuerpo etéreo, es decir,
de la agudeza sensitiva y de la rapidez de movimientos, pueden predecir
o anunciar muchos acontecimientos conocidos por ellos con anterioridad,
los cuales causan admiración a los hombres debido a la torpeza de la
sensibilidad terrena. Los demonios, por el tiempo tan largo que tienen
de vida, han adquirido una experiencia de las cosas mucho mayor que la
que pueden adquirir los hombres en la brevedad de su existencia. Por
estas propiedades que la naturaleza del cuerpo etéreo ha recibido, los
demonios no sólo predicen muchas cosas futuras, sino que hacen también
muchas cosas extraordinarias. Y como los hombres no tienen poder para
predecir y hacer tales cosas, algunos creen que son dignos de que les
sirvan, y de que les tributen honores divinos, sobre todo,
estimulándoles el vicio de la curiosidad por mor de una felicidad falsa y
terrena y de una superioridad temporal. En cuanto a los que se
mantienen puros de estas concupiscencias, sin permitir que los engañen o
embauquen los demonios, sino que buscan y desean un bien, que es
siempre inmutable, con cuya participación sean felices, éstos consideran
en primer lugar que a los demonios no hay que anteponerlos por eso de
que sean superiores en agudeza sensorial de un cuerpo por supuesto
etéreo, es decir, de un elemento más sutil, porque tampoco creen que
entre los mismos cuerpos terrenos haya que anteponer los animales que
presienten muchas cosas con mayor agudeza; por ejemplo, el perro sagaz,
porque descubre con su olfato agudísimo a la fiera que se oculta,
ofreciendo al hombre una especie de mando para cazarla, y ciertamente no
por su alma más inteligente y desarrollada, sino por la agudeza
sensorial de su cuerpo; o, si se prefiere, el buitre, porque vuela desde
una lejanía insospechada sobre el cadáver abandonado; ni el águila,
porque, se dice, volando en lo alto percibe desde tanta altura a un pez
que nada bajo las aguas, y al descubrirlo, estrellándose en picado
contra el agua, lo arrebata con las patas y garras; ni otras muchas
especies de animales que vagan, alimentándose por entre hierbas
perjudiciales a la salud sin que toquen ninguna que les perjudique;
mientras que el hombre apenas ha aprendido con la experiencia a
evitarlas, y tiene miedo de muchas cosas inofensivas, porque le son
desconocidas.
No hay que anteponer los demonios a los hombres de bien.
De aquí es fácil conjeturar que puede ser más aguda la sensibilidad de
los cuerpos etéreos, sin que por eso cualquier persona prudente tenga
que creer que hay que anteponer los demonios dotados de ella a los
hombres de bien. Y otro tanto cabría decir de la rapidez de los cuerpos;
porque también los hombres son superados en esta facultad, no sólo por
las aves, sino hasta por muchos cuadrúpedos, de tal manera que en su
comparación son considerados como de plomo. Por eso tampoco cree que
haya que anteponer esas especies de animales, sobre las cuales los
hombres mandan, para cazarlas, para domesticarlas y para adaptarlas al
uso y comodidad de su voluntad, y no por la fuerza corporal, sino por la
razón.
Los demonios deben ser despreciados
4 En cuanto a esa tercera facultad, que,
debido a su larguísima experiencia de las cosas, llegaron a aprender de
qué modo adivinar y predecir muchas cosas, los que se preocupan de
discernir con cuidado esas adivinanzas de la verdad, que expande la
única luz verdadera, la desprecian de tal modo que los jóvenes buenos no
creen que los viejos malos les aventajen a ellos por eso de que hayan
experimentado muchas cosas, y por esa causa aparentan como más
sabihondos; ni que los médicos, marineros, agricultores, a quienes
llegan a conocer como gente de voluntad perversa y de mala vida, tampoco
van a ser preferidos a ellos por aquello de que predicen muchas cosas,
los unos sobre enfermedades, los otros sobre tempestades y los terceros
sobre las variedades de árboles y de frutos, de tal modo que ante un
inexperto en esos temas parece que todo lo adivinan.
8. Por otra parte, el que los demonios no solamente
predicen algunas cosas futuras, sino que también hacen algunos portentos
debido a la misma superioridad de su cuerpo, ¿por qué los hombres
prudentes no van a despreciar todo eso, cuando frecuentemente hombres
inicuos y corrompidos ejercitan de tal modo sus cuerpos, y con
artificios diversos pueden cosas tan maravillosas que quienes no conocen
los secretos ni los han visto jamás apenas dan crédito ni a las cosas
que han oído? ¿Cuántas acrobacias han llegado a realizar los funámbulos y
los demás artistas del teatro o circo?, y ¿cuántas maravillas no han
hecho los artesanos y sobre todo los mecánicos? ¿Son por eso mejores que
los hombres de bien, y adornados de una piedad santa?
He recordado estos ejemplos para que quien los
examine sin obstinación y sin la vana pasión de contradecir, reflexione a
la vez que, si de una materia inferior que la materia de su propio
cuerpo, y que la de toda la tierra, y la del agua, la de las piedras, al
igual que la de las maderas y la de los diversos metales, algunos
hombres son capaces de realizar cosas tan maravillosas que quienes lo
valoran, al contemplarlo con estupor, a veces los llaman divinos, en
comparación consigo mismos, aunque muchos de ésos son más completos por
sus artes, y hasta algunos de los admiradores mejores por sus
costumbres, ¿cuánto mayores y más prodigiosos efectos pueden realizar
los demonios por la facultad y la facilidad de su cuerpo sutilísimo, es
decir, etéreo; aunque, sin embargo, por la perversidad de su voluntad, y
sobre todo por la altanería de su soberbia y la malicia de su envidia,
sean espíritus inmundos y perversos?
Sería muy largo de demostrar aquí cuánto mayor sea
ese elemento etéreo por el que son superiores sus cuerpos para dar
flexibilidad, y poner en movimiento invisiblemente muchas cosas
visibles, para mudarlas y cambiarlas. Y pienso que todo esto se le
ocurre fácilmente hasta a quien lo considere sin mucha reflexión.
¿Por qué razón los demonios adivinan el porvenir?
5 9. Siendo esto así, y porque la cuestión
gira acerca de la adivinación diabólica, es preciso saber en primer
lugar que ellos predicen frecuentemente lo que ellos mismos van a
realizar. En efecto, a veces reciben poder para castigar con
enfermedades o para viciar el aire haciéndolo malsano; también para
sugerir a los degradados y amadores de las voluptuosidades terrenas
acciones malas, que, al sugerírselas, están seguros de que van a
consentirlas. Lo hacen de modo maravilloso e invisible, penetrando por
medio de la sutileza de sus cuerpos en los cuerpos de los hombres que
los sienten, e interfiriendo por medio de visiones imaginarias en los
pensamientos tanto de los que velan como de los que duermen. A veces
predicen no lo que ellos hacen, sino lo que presagian que va a suceder
por los signos naturales que los sentidos humanos no pueden percibir. Y
porque el médico prevé lo que no puede prever el profano en su arte, no
por eso hay que tenerlo como un adivino. Entonces, ¿qué tiene de extraño
si, como el médico a través de la temperatura ya alterada o modificada
del cuerpo humano, prevé que la salud va a ser buena o mala, lo mismo el
demonio, por el estado y las leyes de la atmósfera que le son conocidas
y a nosotros se nos escapan, puede prever las tempestades que van a
venir? También conocen a fondo y con toda facilidad las disposiciones
humanas, no sólo las manifestadas de viva voz, sino también las
concebidas sólo con el pensamiento, puesto que se exteriorizan algunos
signos desde lo íntimo del alma a través del cuerpo. En consecuencia,
predicen también muchas cosas que van a suceder, por supuesto
maravillosas para los demás que no llegan a conocer tales secretos. En
efecto, lo mismo que se reflejan en el rostro las emociones más vivas
del alma, de manera que hasta los hombres conocen por fuera algo de lo
que pasa por dentro, de igual modo tampoco debe parecer increíble si
hasta los más leves pensamientos reflejan por medio del cuerpo algunos
signos que no puede percibir la sensibilidad embotada de los hombres, y
en cambio sí lo puede la agudeza de los demonios.
La adivinación diabólica dista mucho de la sublimidad de la profecía divina
6 10. Los demonios engañan y son engañados.
Con esta facultad tan prodigiosa los demonios predicen muchas cosas, a
pesar de que esté bien lejos de la sublimidad de la profecía de Dios,
que obra por medio de sus santos ángeles y profetas. Efectivamente,
cuando predicen algo sobre los designios de Dios, lo oyen para
predecirlo; y cuando predicen lo que oyen de ese modo, ni engañan ni son
engañados, porque los oráculos angélicos y proféticos son infalibles y
veraces. Ahora bien, hay quienes llevan a mal el que los demonios oigan y
predigan algunos oráculos semejantes, como si fuese indigno lo que se
comunica para manifestarlo a los hombres, y que no solamente los buenos,
sino hasta los malos no lo callen, cuando estamos viendo entre los
mismos hombres que los preceptos de una vida buena son celebrados lo
mismo por los justos que por los perversos; y que no perjudica en nada,
sino más bien ayuda a un conocimiento mayor y al prestigio de la verdad,
cuando hablan de ella lo que conocen hasta esos que la contradicen con
su conducta perversa.
En cambio, los demonios se engañan y engañan con las
otras predicciones suyas la mayoría de las veces. Se engañan
ciertamente, porque al predecir sus propios designios, desde arriba algo
se ordena de improviso que trastorna todos sus planes. Así como cuando
los hombres sometidos a otras autoridades disponen algo que creen que
sus jefes no lo van a prohibir, y entonces prometen que ellos lo van a
hacer; pero los que tienen un poder mayor, por una decisión superior,
prohíben de repente todo eso ya dispuesto y preparado. También son
engañados cuando adivinan algunas cosas por las causas naturales, como
los médicos, los marineros, los agricultores, aunque conozcan con mayor
agudeza y sagacidad por su sensibilidad más sutil y ejercitada; porque
todo eso los ángeles que sirven piadosamente a Dios soberano también lo
pueden cambiar de improviso y repentinamente por un designio desconocido
de los demonios. Igual que si a un enfermo, a quien el médico había
predicho o prometido por los síntomas verdaderos de salud que viviría, y
le sucede algo por lo que muere; o cuando algún marinero, previendo el
estado del tiempo, hubiese predicho que durante largo tiempo iba a
bramar aquella tempestad a la que Cristo el Señor mandó que se calmase,
cuando navegaba con sus discípulos, y se hizo una gran bonanza1;
o, si se quiere, cuando un agricultor, buen conocedor de la naturaleza
del suelo y del número de cepas, se promete para ese año que tal viña va
a producir una gran cosecha; y, sin embargo, ese año o la seca una
inclemencia del cielo o se la arranca alguna orden de un poderoso. Pues,
de una forma parecida, muchas cosas que están bajo la presciencia y la
predicción de los demonios, porque prevén por las causas inferiores y
ordinarias lo que va a suceder, son cambiadas y transformadas por causas
más importantes y más secretas. Además, los demonios engañan con el
empeño y la voluntad maliciosa de engañar para regodearse del error de
los humanos. Y cuando ellos han sido unos engañados o unos mentirosos,
para no perder ante sus adoradores el crédito de su autoridad, hacen que
toda la culpa caiga en sus intérpretes y en los adivinos de sus signos
.
11. ¿Cómo engañan los demonios? Y ¿qué tiene
de extraño entonces si, al ser ya inminente la destrucción de los
templos y de los ídolos, que los profetas de Dios habían predicho desde
hacía tanto tiempo, el demonio Serapis lo descubrió como inmediato a
algunos de sus adoradores para recomendarles, al retirarse o al huir, su
pretendida divinidad?
La astucia diabólica
7 Que sean ahuyentados los tales demonios, y
aún, que, encadenados por órdenes superiores, sean arrancados y
apartados de sus lugares, para que en aquellas mismas cosas que ellos
dominaban y con las que eran venerados, se cumpla la voluntad de Dios,
que es quien ha predicho desde hace tanto tiempo que eso iba a suceder
en todos los pueblos, y que ha ordenado que eso se hiciese por medio de
sus fieles. ¿Por qué, pues, el demonio no iba a estar libre para
predecirlo, habiendo él adivinado que era inminente?, cuando esa
predicción estaba atestiguada por los profetas que habían escrito tales
cosas, y se les concedía a los varones prudentes entender con cuánta
vigilancia habría que evitar la astucia diabólica, y apartar su culto.
Porque habiendo callado durante tan larguísimo tiempo en sus templos
todo esto que iba a suceder, y que, predicho por los profetas, no podían
ignorar, cuando comenzó ya a acercarse su cumplimiento, quisieron ellos
predecirlo de alguna manera para que no se les tuviera por ignorantes y
derrotados. En resumen, y para omitir otras pruebas: Había sido
predicho y escrito tanto tiempo antes aquello que dice el profeta
Sofonías: Prevalecerá el Señor contra ellos, y exterminará a todos
los dioses de los pueblos de la tierra; y lo adorarán, cada uno desde su
puesto, todas las islas de los gentiles2.
O ellos no creían que esto iba a venirles a ellos, que eran venerados
en los templos de los paganos, y por eso no quisieron celebrar esos
oráculos por medio de sus adivinos y fanáticos. Así, uno de sus poetas
presenta a Juno, que no cree en absoluto, lo que había dicho Júpiter
sobre la muerte de Turno. Y este Juno es celebrado por ellos como la
potestad aérea que habla así en Virgilio:
«Ved, o yo me engaño, que una muerte rigurosa amenaza a un inocente.
¡Seré yo, más bien, el juguete de una vana alarma!
Y tú, que tienes el poder, cambias para mejor tus rigores».
Digo, pues, que o los demonios, es decir, las
potestades aéreas, dudaban que podían sucederles los oráculos que
conocían por los profetas, y a causa de eso no quisieron divulgar su
predicción, y ahí se puede juzgar cómo son. O bien, sabiendo con toda
certeza lo que iba a suceder, por eso lo silenciaron en sus templos para
que los hombres inteligentes no comenzasen ya desde entonces a
abandonarlos y a despreciarlos porque darían crédito, sobre la
destrucción de los templos y de sus ídolos que iba a venir, a aquellos
profetas que prohibían venerarlos. Pero ahora, una vez que ha llegado
aquel tiempo en que se han cumplido los vaticinios de los profetas del
único Dios, que declara que esos dioses son falsos, y que manda muy
severamente que no se les dé culto, ¿por qué no les iba a dejar también
predecir lo que ya es evidente para que así apareciese con mayor
claridad: o que ellos antes no lo habían creído de ninguna manera, o que
tuvieron miedo de anunciárselo a sus adoradores; y, finalmente, que, no
teniendo nada más que hacer, quisieron también entonces mostrarse
hábiles adivinos, cuando ya ha sido descubierto que por mucho tiempo han
estado usurpando la divinidad?
Las adivinaciones demoníacas
8 12. Los demonios pueden adivinar algunas
cosas verdaderas por los oráculos de los profetas, pero no pueden nada
contra el Dios verdadero. A lo que dicen los seguidores de los
ídolos que aún quedan, que las cosas conocidas de antemano también están
contenidas en algunos libros de los suyos, aunque hay que creer que han
sido elaborados desde los sucesos ya cumplidos, los cuales, si fuesen
verdaderos, debieron darlos a conocer en sus templos desde mucho tiempo
antes a sus gentes, como nuestras profecías, mucho más antiguas y más
célebres, son leídas en público no solamente en nuestras iglesias, sino
también en las sinagogas de los judíos, lo cual tiene fuerza de un
testimonio más sólido contra todos los enemigos.
No obstante, a nosotros no nos deben influir
semejantes predicciones, que apenas, rara vez y a hurtadillas, son
reveladas por ellos, si es que a alguno de los demonios le ha sido
arrancado el manifestar a sus adoradores eso que había aprendido de los
vaticinios de los profetas o de los oráculos de los ángeles. Y ¿por qué
no se iba a hacer eso, siendo también semejante predicción no un ataque,
sino un testimonio de la verdad? Lo único, en efecto, que podrían
reclamar, y jamás lo han dado a conocer, ni en el pasado ni tampoco
después, sin que intentaran revelar a no ser lo inventado, es que sus
dioses se hayan atrevido a adivinar o decir algo por medio de sus
adivinos contra el Dios de Israel. Sobre este Dios, sus escritores más
sabios, que pudieron leer y conocer todos aquellos vaticinios, indagaron
más bien quién era Dios, sin que fueran capaces de negar a Dios. Pues
este Dios, a quien ninguno de ellos se atrevió a negar que era el Dios
verdadero -y si alguno lo llegaba a negar no sólo estaría expuesto a
justas penas, sino que también sería convicto con argumentos ciertos-;
sí, este Dios, a quien, como he dicho, ninguno de ellos se ha atrevido a
negar que es el Dios verdadero, es el que ha vaticinado con una
denuncia pública, y ha mandado con poder manifiesto, y ha cumplido con
verdad palmaria, que esos llamados dioses son falsos, y que había que
abandonarlos completamente, y que sus templos con los ídolos y sus
altares habían de ser destruidos por sus adivinos, es decir, por sus
profetas. En conclusión, ¿quién va a ser tan ingenuo que no elija para
adorarlo, más bien, a ese Dios a quien no prohíben adorar hasta los
mismos dioses a quienes él adoraba? Y, sin duda alguna, una vez que haya
comenzado a adorarlo, no se volverá jamás a esos dioses falsos que le
prohíbe adorar el Dios verdadero a quien ya adora.
El culto al único Dios
9 13. Los profetas profetizaron que el culto
de los falsos dioses desaparecería para dar lugar al culto del Dios
verdadero. He recordado poco antes, y ahora lo repito, que los profetas
del Dios verdadero habían profetizado que los pueblos lo adorarían,
después de destruir los dioses falsos que antes adoraban. Dice Sofonías:
Prevalecerá el Señor contra ellos, y exterminará a todos los dioses
de los pueblos de la tierra; y lo adorarán, cada uno desde su puesto,
todas las islas de los paganos3.
No sólo las islas, sino todos los pueblos, como igualmente las islas
todas de las naciones, puesto que en otra parte nombra no las islas,
sino el orbe entero de la tierra, al decir: Lo recordarán y volverán
al Señor todos los confines de la tierra, y se postrarán en su presencia
todas las familias de los pueblos4.
Está suficientemente claro también por otros muchos testimonios, y en
este mismo salmo de donde he recordado el pasaje, que tales vaticinios
se habían de cumplir por medio de Cristo. En efecto, es El mismo, cuando
anuncia su Pasión futura por medio del profeta un poco antes, quien
dice: Taladraron mis manos y mis pies, han contado todos mis huesos.
Ellos me han observado y me han mirado triunfantes, se han repartido mi
ropa, y han echado a suerte mí túnica5. Y un poco después pone el versículo que he citado: Lo recordarán y volverán al Señor todos los confines de la tierra6, etc.
Aunque también por ese testimonio que he citado arriba, donde se dijo: Prevalecerá el Señor contra ellos, y exterminará a todos los dioses de los pueblos de la tierra7, en esa palabra Prevalecerá
se muestra suficientemente que está profetizado el que los paganos
primeramente combatirían a la Iglesia, y perseguirían cuanto pudiesen el
nombre cristiano para, si les fuera posible, borrarlo por completo de
la tierra; y porque los había de vencer por la paciencia de los mártires
y la grandeza de los milagros, lo mismo que por la fe consiguiente de
los pueblos, por eso mismo está escrito: Prevalecerá el Señor contra ellos. Porque no se diría: Prevalecerá contra ellos, de no haberla resistido combatiendo. Por lo cual también fue profetizado en un salmo de este modo: ¿Por
qué se han amotinado las naciones, y los pueblos han planeado proyectos
vanos? Se han aliado los reyes de la tierra, y los príncipes conspiran
juntos contra el Señor y contra su Cristo. Y poco después dice: El
Señor me ha dicho: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Pídemelo, y
te daré en herencia tuya las naciones, y en posesión tuya los confines
de la tierra8.
Ved la relación con lo dicho también en el otro salmo que he
intercalado arriba: Lo recordarán y volverán al Señor todos los confines
de la tierra9.
Por estos y otros documentos prácticos se demuestra
que estaba profetizado lo que vemos que se cumple en Cristo: que iba a
suceder que el Dios de Israel, a quien reconocemos único Dios verdadero,
sería adorado no en un solo pueblo que se llamó Israel, sino en todos
los pueblos; y que destruiría todos los falsos dioses de los paganos,
tanto de sus templos como de los corazones de sus adoradores.
Es inútil la jactancia pagana de su doctrina y de su ciencia
10 14. ¡Que vayan ahora esos tales, y que se
atrevan todavía a hacer la defensa de sus viejas vanidades contra la
religión cristiana y contra el verdadero culto del Dios verdadero, para
que perezcan estrepitosamente! Por cierto que también esto fue
profetizado sobre ellos en el salmo, con las palabras del profeta: Te
has sentado en el tribunal tú que juzgas la equidad. Reprendiste a los
pueblos, y pereció el impío; has borrado para siempre su nombre, y por
los siglos de los siglos. Los enemigos han acabado en la ruina de la
espada, y has destruido sus ciudades. Su memoria ha perecido
estrepitosamente, pero el Señor reina eternamente10.
Es necesario, por tanto, que todo esto se cumpliera. Y nosotros tampoco
debemos inquietarnos de que algunos pocos paganos, que han quedado, se
atrevan todavía a hacer ostentación de sus doctrinas fanfarronas, y a
motejar a los cristianos de perfectos ignorantes, cuando estamos viendo
que se cumplen en ellos las profecías. Por cierto que esa aparente
ignorancia y, por así decir, locura de los cristianos es lo que se
revela a los humildes, a los santos, a los que la estudian con amor,
como la excelsa y única verdadera sabiduría; esa, repito, locura de los
cristianos ha reducido a los paganos a una ínfima minoría, porque como
dice el Apóstol: Dios ha hecho necia la sabiduría de este mundo. Y añade después una reflexión magnífica, para el que la entienda, y sigue así: Mirad
que el mundo no conoció a Dios en la sabiduría de Dios a través de la
sabiduría; plugo a Dios salvar a los creyentes por medio de la locura de
la predicación. Porque los judíos piden ciertamente signos, y los
griegos buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado,
para los judíos un escándalo, y para los paganos una locura; en cambio,
para los llamados a Cristo, lo mismo judíos que griegos, poder de Dios y
sabiduría de Dios. Porque lo necio de Dios es más sabio que los
hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres11.
¡Que se mofen, pues, en cuanto puedan, de nuestra
aparente ignorancia y locura, y que se vanaglorien de su doctrina y
sabiduría! Yo sé que esos burlones nuestros son en este año menos que
los que eran el año pasado. En efecto, desde que han bramado las
naciones, y los pueblos han tramado vanos proyectos contra el Señor y
contra su Cristo, puesto que ellos derramaban la sangre de los santos, y
devastaban la Iglesia, hasta nuestros días, y en lo sucesivo, ellos van
disminuyendo día a día. A nosotros, en cambio, nos hacen muy fuertes
contra las afrentas y las burlas orgullosas los vaticinios de nuestro
Dios, que vemos y tenemos la alegría en este punto de que se van
cumpliendo. Ciertamente que nos hable así el profeta: Escuchadme los
que conocéis la justicia, pueblo mío, en cuyo corazón está mi ley: no
temáis la afrenta de los hombres ni os dejéis abatir por sus calumnias
ni tengáis en mucho el que ahora os desprecien. Porque como el vestido,
así serán consumidos por el tiempo, y como la lana serán comidos por la
polilla; pero mi justicia dura para siempre12.
Con todo, que lean estas reflexiones mías, si es que
se dignan hacerlo. Y cuando sus réplicas hayan llegado a mi
conocimiento, les daré la respuesta con la ayuda del Señor.
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