13 feb 2020

Triunfo de la virgen Maria



"Sobre el triunfo del Inmaculado Corazón, del que la Virgen habló en Fátima, el diablo, pronunciando con tremendo esfuerzo el nombre de María, exclamó…"

La Santa Iglesia en su Liturgia atribuye a María Santísima la expresión del Cántico: "Imponente como batallones" (Cantar 6,4), viendo en ella la ayuda más poderosa contra los poderes anticristianos, sobre todo los preternaturales: Satanás y sus aliados.

Hace algunos años, el Padre Francesco Bamonte, sacerdote de los Siervos del Inmaculado Corazón de María, exorcista en la diócesis de Roma y presidente de la Asociación Internacional de Exorcistas, publicó un libro titulado La Vergine Maria e il diavolo negli esorcismi (La Virgen María y el Diablo en los exorcismos). En sus páginas se vierte el testimonio vivo y directo de una realidad que ha enfrentado varias veces durante su ministerio: el contraste irreductible entre María Inmaculada, toda Gracia, y el diablo, padre de todos los pecados; pudiendo ser testigo de la perenne victoria de la Santísima Virgen, que siempre aplasta a Satanás, tal como lo revela el libro del Génesis y otros textos de las Sagradas Escrituras; verdad enseñada también por el Magisterio de la Iglesia junto al testimonio de santas, santos y millones de fieles que a lo largo de los siglos proclaman el poder que Dios ha confiado a la Santísima Virgen María.


Al respecto del triunfo del Inmaculado Corazón de María anunciado por ella misma en Fátima, testimonia el padre Bamonte en las páginas 172 a 174 del referido libro:


“Sobre el triunfo del Inmaculado Corazón, del que la Virgen habló en Fátima, el diablo, pronunciando con tremendo esfuerzo el nombre de María, exclamó:
«No sabes, o sabes, pero no crees, o no tienes suficiente fe: el Corazón Inmaculado de Ma....ar...ì...a salvará al mundo entero. Sólo su Inmaculado Corazón».

El 3 de junio de 2009, comenzó a decir con un tono de satisfacción:
«Ella viene a hablarte todos los días y tú no crees (ríe) o no oyes. No escuchas. ¡Ahhhh! (exclamación de satisfacción). Si tan sólo escucharas lo que ha dicho, yo lo estaría contando (aquí empieza a reírse de nuevo con satisfacción), pero tú no oyes, no escuchas. ¡Gracias! Ah, ahhhh, ahhhhh. ¡Bravo, bravo! ¡Hazlo así! ¡Sigue así! Es simple, ya sabes. Es muy sencillo. Ponla en la televisión y verás que nadie le escucha».

En ese momento, instintivamente dije: «¿Estás seguro de que nadie la escuchará?» Y él dijo:
«Alguien, alguien, pero unos pocos, unos pocos, unos pocos. Siempre llora por esto».

Al principio de la oración, el diablo se había lanzado especialmente contra Santa Gema Galgani y el Padre Pío de Pietrelcina, diciendo que habían venido a participar en el exorcismo con su oración. Entonces dije: «¡Di la verdad! Toda la verdad. En el nombre del Hijo que quiere que su Madre sea alabada, amada, bendecida y venerada. ¡Habla, en el nombre de Jesús! ¡Te ordeno espíritu inmundo!» Tan pronto como dije estas palabras, inmediatamente, como obligado por alguien, exclamó gritando:
«¡Está bien, está bien, está bien, está bien, está bien! ¡Por esos pocos, por esos pocos, al final ese Corazón triunfaraaaá! (esta última palabra la pronunció, gritando tremendamente y por mucho tiempo)».

Luego añadió, gritando de nuevo la última palabra:
«Está escrito, está escrito, está escrito y no puedo hacer ¡naaadaaaaa!».
 

El 20 de febrero se celebra la memoria litúrgica de los beatos Francisco y Jacinta Marto, los dos pastorcitos de Fátima, a quienes la Virgen se apareció varias veces en 1917 cuando estaban con su prima Lucía. Un 20 de febrero, mientras en nuestra oración invocábamos a menudo a los dos beatos pastorcitos, el diablo que poseía a esa persona, refiriéndose a Francisco, exclamó:
«Ese pequeñito me ha dado tantos golpes con todos esos rosarios, ¡tantos!»

Luego, refiriéndose a la Beata Jacinta, temblando mucho, dijo:
«Y esa otra, la más pequeña de los tres, era la ‘peor’. Ella fue la que inmediatamente dijo: ‘¡Sí! ¡Sí! Llévame contigo. ¡Hazme sufrir, para que los demás no sufran!’ Eso es lo que dijo esa pequeña estúpida. ¿Cómo lo supo? ¿Quién le enseñó esas cosas? Era tan transparente, no podía tocarla, tan transparente, casi como Aquella de allí»."

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