El exorcista explica el paso a paso de la lucha contra el diablo.
Sacerdote Raymundo Brizuela
El P. Raymundo Brizuela es párroco de Santo Tomás en San Salvador y desde hace nueve años se dedica al ministerio del exorcismo. Este sacerdote de 84 años relata paso a paso cómo lucha contra el demonio cotidianamente.
El P. Brizuela cuenta que cada día lo buscan entre 20 y 25 personas que afirman tener algún problema de posesión.
El presbítero precisa que la gran mayoría de los casos que atiende no son posesiones demoniacas sino trastornos mentales.
Si la persona no está poseída, indica el presbítero, la bendice y la remite a un psicólogo. Si se confirma la posesión, se procede con el rito que debe ser realizado por un sacerdote “piadoso, docto, prudente y con integridad de vida”.
El sacerdote explica que el rito “empieza con la letanía de los santos, después se lee el salmo 91, el principio del Evangelio de San Juan”.
Luego, prosigue el sacerdote, “hacemos que el poseído haga una renuncia a satanás, que renuncie a sus obras, y después un acto de fe con el credo”.
“Después viene la oración imperativa, donde se le dice al demonio que salga directamente. A veces no se nota que el demonio salga, pero uno más o menos observa, si se quedó dormido o quieto, uno le habla un poco fuerte y (la persona) ya se levanta como si nada”, refiere.
El exorcismo, dice el P. Brizuela, se hace normalmente con algún testigo o familiar que también ayudan al sacerdote que “al enfrentarse a una fuerza sobrenatural se expone a patadas, golpes, poniendo en peligro su propia vida”.
El exorcismo no tiene un tiempo definido y requiere muchas veces varias sesiones hasta lograr liberar a la persona poseída.
El P. Brizuela explica que “la posesión es la más crítica de las manifestaciones extraordinarias del mismo Satanás, donde un ente maligno entra en una persona para hacerle daño y en estos casos se hace necesario un exorcismo, un ritual exclusivo de la Iglesia Católica”.
Ante esto, señala, la Iglesia tiene la herramienta del exorcismo, que consiste en “una ceremonia especial que la Iglesia tiene para expulsar al demonio.
Para realizarlo se requiere del mandato del obispo; sin él, es mentira el que diga que ha hecho exorcismos”.
Una de las primeras señales para identificar a un poseído, prosigue, está en la diferencia con quien padece dolencias mentales. “El que tiene trastorno mental no coordina, el poseído sí. Está actuando con su palabras y con pleno conocimiento de lo que hace”, asegura.
Además, resalta “una persona poseída se resiste a entrar en el templo, rechaza al sacerdote, si se la rocía con agua bendita le quema, al igual que si le impone la mano en la cabeza. Con esos signos nosotros normalmente sabemos que una persona podría tener una posesión”.
Sobre el origen de la posesión, el párroco de la Iglesia Santo Tomás dice que una primera causa es “participar en ritos satánicos, como la ouija”.
Otra causa puede ser la “consagración de un niño al demonio por parte de sus padres que realizan prácticas satánicas” o la más común es “el pacto con el demonio”, cuando alguien se compromete a rendirle culto a cambio de que haga daño a alguien.
Finalmente el sacerdote exhorta a todos los fieles a que recen y vivan cerca de Dios; y a los jóvenes los alienta a abandonar “la tendencia aventurarse en relación a cuestiones satánicas, pues la única posesión que existe, es el pecado mismo”.
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