7 jul 2017

El juicio particular



¿Qué es el Juicio Particular?

Nuestro destino para toda la eternidad queda definido en el instante mismo de nuestra muerte. En ese momento nuestra alma, que es inmortal, se separa de nuestro cuerpo e inmediatamente es juzgada por Dios. Este momento se llama en Teología el “Juicio Particular”, y consiste en una especie de radiografía o "escaneo" espiritual instantáneo que recibe el alma por iluminación divina, mediante la cual ésta sabe exactamente el sitio/estado en que le corresponde ubicarse para la eternidad, según sus buenas y malas obras.

Es así como en el momento mismo de la muerte el alma recibe la sentencia de su destino para toda la eternidad. Al decir, entonces, que alguien ha muerto, podría también afirmarse que ese alguien también ha sido juzgado por Dios (cfr. Antonio Royo Marín, Teología de la Salvación).

Así pues, van al Cielo las almas que han obrado conforme a la Voluntad de Dios en la tierra y que mueren en estado de gracia y amistad con Dios y perfectamente purificadas; al Purgatorio van las almas que han obrado bien, pero que aún deben ser purificadas de las consecuencias de sus pecados antes de entrar a la visión de Dios en el Cielo; y al Infierno, van las almas que se han rebelado contra Dios y mueren en esa actitud, es decir, mueren en pecado mortal, sin haberlo confesado antes o, si no han podido confesarlo, sin haberse arrepentido de manera perfecta.

Las almas que van al Infierno se les conoce como almas condenadas o almas en pena eterna.

Jesús dijo en el Evangelio de San Lucas 20, 36, que los hijos de Dios que se salven serán como ángeles en el Reino de los Cielos, entonces analógicamente debemos aceptar que los que se consagraron al mal serán como Demonios y por tanto tendrán las mismas capacidades que ellos en el infierno, pues, son espíritus malditos, toda vez que, escogieron el lugar preparado para el diablo y para sus ángeles (Mt 25, 41), por ende, atacan al género humano en todas sus formas.

No ocurre lo mismo con las almas de los hombres que decidieron obrar conforme a la voluntad de Dios en la tierra y posteriormente, las almas que se purifican de las consecuencias de sus pecados, pues tienen una relación con Dios en su estado de espera, toda vez que, presupone permanecer en la morada de los muertos antes del Juicio final o universal (Mt 25, 31-46) para entrar al Cielo: (Mt 25, 34): “Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo.” Así mismo, Jesús nos indicó en (Jn 3, 13): "Sin embargo, nadie ha subido al Cielo sino sólo el que ha bajado del Cielo, el Hijo del Hombre."

También la palabra nos dice en Eclesiastés 9, 5-6 y 10, lo siguiente: " 5 Los vivos saben que morirán; los muertos, nada saben. No tienen nada que esperar: son sólo un recuerdo olvidado. 6 Pudieron amar, odiar, tener ambiciones: todo se perdió y nunca más tomarán parte en todo lo que se hace bajo el sol.”
“10 Haz todo lo que esté a tu alcance y que te sientas capaz de hacer; porque en la morada de los muertos a donde tú vas, no hay ni trabajos ni problemas ni conocimiento ni sabiduría.”

Las almas que están en el purgatorio no pueden estar vagando por la tierra, pues la palabra dice que “nunca más tomarán parte en todo lo que se hace bajo el sol.” Jesús lo confirmó en el caso de Lázaro (Jn 11, 11-15): “11 Después les dijo: «Nuestro amigo Lázaro se ha dormido y voy a despertarlo.» 12 Los discípulos le dijeron: «Señor, si duerme, recuperará la salud.» 13 En realidad Jesús quería decirles que Lázaro estaba muerto, pero los discípulos entendieron que se trataba del sueño natural. 14 Entonces Jesús les dijo claramente: «Lázaro ha muerto, 15 pero yo me alegro por ustedes de no haber estado allá, pues así ustedes creerán. Vamos a verlo.»” ¡No dijo que estuviera en algún otro lado!

Los espíritus impuros (son el Demonio o Satanás junto a sus ángeles caídos y las almas condenadas o en pena, pues pertenecen al infierno) son los que andan en la tierra según Ap 12, 9: “9 El dragón grande, la antigua serpiente, conocida como el Demonio o Satanás, fue expulsado; el seductor del mundo entero fue arrojado a la tierra y sus ángeles con él.”
Y en Ef 6, 10-12: “10 Por lo demás, fortalézcanse en el Señor con su energía y su fuerza. 11 Lleven con ustedes todas las armas de Dios, para que puedan resistir las maniobras del diablo. 12 Pues no nos estamos enfrentando a fuerzas humanas, sino a los poderes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras, los espíritus y fuerzas malas del mundo de arriba.”

En Lc 16, 27-31 indicaría que no les está permitido a los espíritus humanos, regresar a visitar a los vivos sin permiso, y si el permiso no es otorgado aún con el propósito de prevenir a la gente de escapar de la ira venidera, menos sería dado por razones frívolas.

Lc 16, 27-31: “27 El otro replicó: «Entonces te ruego, padre Abraham, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, 28 a mis cinco hermanos: que vaya a darles su testimonio para que no vengan también ellos a parar a este lugar de tormento.» 29 Abraham le contestó: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen.» 30 El rico insistió: «No lo harán, padre Abraham; pero si alguno de entre los muertos fuera donde ellos, se arrepentirían.» 31 Abraham le replicó: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, aunque resucite uno de entre los muertos, no se convencerán.»”

Cuando una persona consulta o de hecho tiene contactos con seres espirituales, de familiares o desconocidos (acto de espiritismo), en todos los casos se trata de seres espirituales de las tinieblas, nunca de los espíritus de nuestros seres queridos o de personas que murieron. Si alguna persona cree, o en efecto ve un espíritu, y la persona es creyente en Dios, con toda la autoridad que Cristo le ha conferido, debe inmediatamente reprender a dicho espíritu, sin importar lo que el espíritu parezca decirle. Ese espíritu es un espíritu inmundo y sucio que no vendrá más que a mentirle y a traer complicaciones funestas a su vida.

Dios prohíbe consultar espíritus en Lv 20, 6-7: “6 Si alguno se dirige a los que consultan a los espíritus, o a los brujos para prostituirse con ellos, volveré mi rostro contra él y lo eliminaré de su pueblo. 7 Santifíquense, pues, y sean santos, porque yo soy Yavé, el Dios de ustedes.”

Y en Dt 18, 11: “11 que no se halle a nadie que se dedique a supersticiones o consulte los espíritus; que no se halle ningún adivino o quien pregunte a los muertos.”

El Espiritismo es la práctica oculta por la que se evoca o trata con espíritus. La creencia de que los hombres tienen la facultad de establecer contacto directo con los espíritus. Es una forma de adivinación.

En la antigüedad, los persas, griegos y latinos rendían culto a las almas de los muertos para buscar su ayuda o aplacarlos.

El espiritismo es muy diferente a la loable práctica cristiana de orar por los difuntos, la cual se fundamenta en la doctrina que los que mueren en gracia están siendo purificados en el purgatorio (en ese caso rezamos a Dios por ellos) o están ya en el cielo (entonces pueden interceder por nosotros ante el trono de Dios, pero es Dios quien actúa con su poder infinito. Los santos jamás actúan por su cuenta y nosotros en la tierra no buscamos de ellos sino que intercedan ante Dios para que se haga Su divina voluntad. Dios ha querido esta comunión de la Iglesia militante, purgante y triunfante)

En 1917, el Santo Oficio emitió una condena absoluta contra la evocación de espíritus, contra el hipnotismo y toda clase de manifestaciones espiritistas.
El Catecismo lo identifica como un pecado contra el Primer Mandamiento. Bajo el encabezamiento "adivinación y magia" el catecismo enseña:

2117 Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo —aunque sea para procurar la salud—, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aun cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legítima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo.

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