Evagrio el monje.
Evagrio Póntico, o Evagrio el Monje, también apodado El solitario (345-399) fue un monje y asceta cristiano. Era muy conocido por sus cualidades de pensador, escritor y orador.
Todos los demonios enseñan al alma el amor por el placer: sólo el
demonio de la tristeza se abstiene de ello.
Por el contrario, destruye
todos los pensamientos insinuados por los otros demonios, impidiendo al
alma sentir cualquier placer, insensibilizándola con su tristeza. Es
cierto lo que se ha dicho: que los huesos del hombre triste se tornan áridos
(Pr 17:22). Y sin embargo, si se lucha un poco, este demonio sirve para
fortalecer al solitario. Lo convence de no acercarse a ninguna de las
cosas de este mundo ni a ningún placer. Si persiste en su lucha, genera
en él pensamientos que lo inducen a alejar su alma de este tormento o lo
fuerzan a huir de ese lugar. Tal es lo que ha pensado y sufrido el
santo Job, atormentado por este demonio: Ojalá pudiera echar mano a mí mismo u otro, a mi pedido, así lo hiciera (Jb 30:24).
Símbolo de este demonio es la víbora, animal venenoso. La
naturaleza le ha concedido, benevolentemente, el que pueda destruir los
venenos de los otros animales, pero si la tomamos en estado puro,
destruye la vida misma. Es a este demonio que san Pablo ha entregado el
hombre de Corinto, que había pecado. Pero luego se apresura a escribir a
los Corintios: Os ruego que confirméis vuestro amor por él, para que no sea consumido por la excesiva tristeza
(Cf. 2Co 2:8-7). Y sin embargo, este espíritu que aflige a los hombres
es capaz de ser portador de un arrepentimiento bueno. Y así también san
Juan Bautista ha denominado "raza de víboras" a aquellos que han sido
heridos por este espíritu, y que se refugiaban en Dios, diciendo: ¿Quién
os ha enseñado ha huir de la ira que vendrá? Dad, pues, frutos dignos
de arrepentimiento y no penséis decir dentro de vosotros: a Abraham tenemos por padre
(Mt 3:7-9). Todo el que ha imitado a Abraham y se ha alejado de su
tierra y de su parentela, se ha vuelto más fuerte que este demonio.
Si alguno es dominado por la cólera, está dominado por los demonios. Y
si alguien le sirve, éste es extraño a la vida monástica, un extranjero
en las vías de nuestro Salvador, dado que el mismo Señor nos dice que Él
muestra el camino a los humildes. Por tanto, cuando el intelecto de los
solitarios se refugia en la llanura de la mansedumbre, difícilmente
puede ser poseído, ya que no hay otra virtud que los demonios teman más
que la misma. Ésta es la virtud que había adquirido el gran Moisés,
quien fuera conocido como el más manso de los hombres. Y el santo David
ha declarado que esta virtud es digna del recuerdo de Dios: Acuérdate de David y de toda su mansedumbre (Sal 131:1).
Y también el Salvador mismo nos ha ordenado ser imitadores de su mansedumbre: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas
(Mt 11:29). Si alguno ha renunciado a manjares y bebidas, pero excita
su cólera con malos pensamientos, ¡se asemeja a una nave que navega con
un demonio como piloto! Con todas nuestras fuerzas debemos cuidar de
nuestro perro y enseñarle a destruir sólo los lobos, sin devorar las
ovejas, dando prueba de
mansedumbre hacia todos los hombres.
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