Vamos
ahora a hablar del genero de hombres más desgraciados de todos cuantos
hay sobre el mundo. Nada hay más espantoso que el que alguien sabiendo
que existe el demonio, le adore. Es muchísimo mejor la suerte
del ateo, pues al menos éste si creyera en la existencia del mundo
espiritual, adoraría al Creador. Pero el servidor del mal sabe que
existe este mundo espiritual y, aún así, elige recibir un poco de bien
ahora, a cambio de su suerte eterna.
Y digo “un poco de bien ahora” porque es muy poco lo que el demonio da. Ya
aquí en la tierra, los servidores del Maligno sufren las consecuencias
del pecado: ira, tristeza, rabia, melancolía, odio, intranquilidad,
continua ambición no satisfecha, continua hambre de más placeres. Y el
demonio les concede poco, casi nada. Con ellos no es generoso ni en la
tierra. Podría darles más, pero no quiere que gocen ni sus súbditos.
Está dotado de sentimientos sádicos y no es bueno ni para con los suyos.
Lo que sí que les suele inculcar en sus mentes es que les ha concedido
lo que le han pedido. Pero es una idea irreal que él les mete en sus
cabezas.
Recuerdo una
mujer que vendió su alma al Diablo, me dijo: he vendido mi alma, sí,
pero mire, tengo cuarenta años y parece que sigo en los dieciocho. La
miré y callé, la realidad era terrible, físicamente estaba espantosa,
más ella creía seguir gozando de una eterna juventud. Los que entregan
su alma por gozar del sexo, no obtendrán más en ese campo que otros de
su misma edad. Quizá el demonio tentará más a alguien para que se les
entregue y tener contento a ese súbdito suyo. Pero las actuaciones del
demonio sólo son por vía de tentación y allí acaba su poder. Contra
alguien virtuoso, la tentación se estrella como contra una roca.
En fin,
las personas entregadas al demonio deben saber que Dios creo todo y
tiene pleno poder, incluso para reducir a la nada a todas las fuerzas
del infierno.
Eso si, la
persona debe arrepentirse de todo corazón de haber seguido el mal camino
y volverse con todas sus fuerzas hacia el buen camino. Haya
cometido los pecados que haya cometido, Dios que es un Padre le
perdonará si se arrepiente y se esfuerza por cumplir los Diez
Mandamientos.
La
persona tendrá que orar mucho, repetir actos de arrepentimiento y de
amor a Dios y confesar sus pecados a un sacerdote y recibir por la
absolución la limpieza de su alma. Ahora bien, desde el
momento en que uno renuncia al Diablo y ama a Dios y quiere obedecerle
cueste lo que cueste, desde ese momento uno se ha escapado de las manos
del demonio.
El demonio
tratará de obsesionarle con la idea de que, puesto que se ha entregado
al Diablo, ya no hay posibilidad de marcha atrás. Pero eso no es cierto.
Aunque uno haya firmado un contrato firmado con la propia sangre,
el contrato queda en papel mojado desde el momento en que uno se
arrepiento y vuelve a Dios. Con la libertad uno puede hacer
muchas cosas, pero lo único que no se puede hacer es renunciar a la
libertad. Y eso el demonio lo sabe.
Sacerdote José Antonio Fortea.
3 comentarios:
Hola
Cuando vuelvo atrás, me siento con esos pecados, porque no he tenido conciencia de pecado ni arrepentimiento, quizás ahí las pesadillas con demonios
Ve a hablar con un sacerdote y sigue sus consejos. Por la confesión se rompen las ataduras con los demonios. Es un sacramento muy exorcisante. Animo! Jesús te espera.
Esa es una de las mentiras del demonio; hacer que la persona crea que ya no tiene libertad y llevarla a la destrucción. Asi la puede manipular a su antojo y la persona influenciada cree que no tiene salida, que no tiene otra alternativa. Hay que acercarnos a los sacramentos y rezar. Hay que buscar alguien que ayude a estas personas a salir de esa gran mentira.
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