Maria Vallejo-Nágera
En una ocasión la escritora conversa María Vallejo-Nágera entrevistó al Padre Gabriel Amorth (Exorcista Oficial del Vaticano) para un programa de televisión en España. Las revelaciones en cuanto a la Virgen María son maravillosas y sorprendentes: «¿Y eso por qué? Porque se siente profundamente humillado. El saberse obligado a hincar la rodilla ante una mujer, la Madre de Cristo... ¡Ah! No puede con eso. Las oraciones a la Virgen durante un exorcismo son extraordinariamente poderosas a mi favor... También ocurre con las reliquias que han pertenecido a algunos santos. Yo suelo utilizarlas con mucha frecuencia, porque no las puede soportar. Suele salir despavorido por la misma razón: la humillación de la obediencia a la que le obliga Nuestro Señor, que le induce a doblegarse ante un ser humano, no ante un ángel o ante Dios mismo: ante un ser humano que ha sido santo»
Gabriel Amorth
Los demonios tienen poco poder.
¿Qué origina la influencia demoniaca extraordinaria en la vida de los hombres?
No pudiendo matarnos, tratan de hacernos sus secuaces. Su acción
ordinaria es la tentación; la extraordinaria sólo ocurre en determinados
casos, aunque va en notable aumento.
Dice el Apóstol san Juan que «el mundo entero yace bajo el poder del
Maligno» (I Jn 5, 19). Luego entonces, el demonio es poderoso. Pero,
¿qué tanto?
El padre Gabriel Amorth, exorcista de la diócesis de Roma, explica:
«Dios jamás reniega de sus criaturas. Por ello también Satanás y los
ángeles rebeldes, aun cuando apartados de Dios, continúan conservando su
poder, su rango (Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades...),
aunque es para el mal». No es que el Señor quiera que usen su poder para
el mal, sino que ellos, porque libremente lo decidieron así, lo emplean
de esa manera y de ninguna otra.
¿CONTRA QUIÉN?
El pleito de Satanás y demás ángeles rebeldes es con Dios; es a Él a
quien rechazaron, a quien le dieron como respuesta un «no» absoluto e
irreversible. Pero como contra Él nada pueden, al ser expulsados del
Cielo (cfr. Ap 12, 7-9) se han dedicado a hacer la guerra contra «sus
hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el
testimonio de Jesús» (Ap 12, 17).
Dice el padre Amorth que «no exagera san Agustín cuando afirma que si
Satanás tuviese de Dios mano libre ‘ninguno de nosotros quedaría con
vida’. No pudiendo matarnos, trata de hacernos sus secuaces».
ACCIÓN ORDINARIA
El modo ordinario de intervención demoniaca en la vida de los hombres es
por medio de la tentación. Tan es así que en el Nuevo Testamento se le
llama «el Tentador», como nombre propio (cfr. Mt 4, 3; I Tes 3, 5).
Esta acción va dirigida a toda persona humana a fin de hacerla pecar y alcanzar la condenación eterna.
Ha precisado el padre Hugo Valdemar, vocero de la arquidiócesis de
México, que «los diputados y gobernantes se han vuelto un instrumento
del Maligno al aprobar leyes que generan el desorden moral y lesionan a
la sociedad (…) La denigración de la dignidad humana es manifestación de
la presencia del Maligno, que se ve reflejado en leyes como el aborto y
las uniones entre personas del mismo sexo».
ACCIÓN EXTRAORDINARIA
La acción extraordinaria del demonio, enseña el padre Amorth, Dios se la
consiente «sólo en determinados casos». El presbítero italiano la
clasifica en cinco modalidades:
1) SUFRIMIENTOS FÍSICOS:
Aquí se incluyen las experiencias desagradables que padecieron tantos
santos, tales como ser literalmente flagelados, empujados o golpeados
por demonios. «En estos casos nunca ha existido la influencia interna
del demonio en las personas golpeadas y nunca ha habido necesidad de
exorcismos».
2) POSESIÓN DIABÓLICA:
Es cuando uno o varios demonios toman el control del cuerpo (no del
alma) de una persona haciéndola comportarse o hablar como él o ellos
quieren, sin que la víctima se pueda resistir y, por tanto, sin tener
responsabilidad moral. Es aquí donde se pueden advertir fenómenos
espectaculares que ponen en evidencia el poder de los ángeles caídos:
fuerza excepcional, hablar idiomas que el poseso nunca aprendió, revelar
cosas ocultas, levitar, materializar objetos que «salen» de la boca de
la víctima (clavos, alambres), etc.
3) VEJACIÓN DIABÓLICA:
Se trata de disturbios, enfermedades y otros males físicos de origen
demoniaco. El Evangelio narra cómo Jesús sanó a un mudo (Lc 11, 14) y a
una mujer encorvada (Lc 13, 10-16), ambos enfermos no por causas
naturales sino por una clara vejación de origen demoniaco. Todas las
desgracias de Job tuvieron igualmente este origen.
El padre Gabriele Nanni, de la diócesis de Roma, cuenta: «Recuerdo el
caso de una joven... que tenía sufrimientos tan dolorosos en el
intestino que era como si tuviera adentro trozos de vidrio que la
cortaban. El demonio le impedía comer, ella deseaba ingerir alimentos
pero inmediatamente devolvía todo; llegó un momento en que sólo lograba
comer pan y beber agua, y al final ni siquiera eso».
4) OBSESIÓN DIABÓLICA:
«Son repentinos asaltos, tal vez continuos, de pensamientos obsesivos, y
probablemente también racionalmente absurdos, pero a tal grado que la
víctima no logra liberarse de ellos», define el padre Amorth.
5) INFESTACIÓN DIABÓLICA:
En ese caso la acción o presencia demoniaca se manifiesta en lugares
(casas, oficinas, tiendas), objetos (autos, almohadas, muñecas) y
animales.
¿MUCHOS O POCOS CASOS?
Cuando el padre Amorth habla de que «sólo en determinados casos» Dios
permite que Satanás y sus demonios actúen de forma extraordinaria, no
significa sin embargo que sea algo rarísimo; lo que sí afirma él y todos
los exorcistas del mundo es que las verdaderas posesiones sí son
escasas. En cambio, el padre Gabriel está de acuerdo con el exorcista
francés Tonquédec, que afirmaba: «Hay un gran número de infelices que,
aun cuando no presentan signos de posesión diabólica, recurren al
ministerio del exorcista para que los libere de sus padecimientos:
enfermedades crónicas, adversidades, desgracias de toda especie. Los
endemoniados son muy raros, pero de estos infelices hay legiones».
¿Qué origina la influencia demoniaca extraordinaria en la vida de los hombres?
Dice el presbítero Pedro Pantoja, exorcista de la arquidiócesis de
México, que la mayoría de las víctimas fueron presa del demonio «por
andar incursionando en lo que está de moda: esto de la new age, todo lo
que es adivinación, astrología, espiritismo y todas las prácticas que se
derivan de ahí. Es una manera de abrir las puertas al diablo, que
siendo un pobre diablo se siente con poder al ver que hay personas que
incursionan en sus terrenos».
Pero si de verdadera posesión se trata, explica el padre Amorth, «la
mayor parte de la gente queda poseída después de haber participado en
misas negras o ritos satánicos».
Ésta es la advertencia de otro exorcista, el sacerdote José Antonio
Fortea, de la arquidiócesis de Madrid: «La ouija es una puerta abierta
por la que el mundo demoníaco puede pegarse a nosotros, sin necesidad de
llegar a poseer. Muchos saben que se sienten presencias en la
habitación, aunque sea otro lugar donde se hizo espiritismo. Pero lo
peor de todo, lo verdaderamente demoníaco es la santería afrocubana.
Nunca, jamás, vaya nadie a un santero. La magia blanca, los conjuros,
los hechizos también abren puertas para que el que los hace quede
poseído».
Sin embargo, dice el padre Gabriel Amorth que en la causa más frecuente
de los diversos trastornos de origen satánico «la víctima es inocente de
culpa alguna», ya que la mayoría de los casos tuvieron su origen en un
maleficio, usualmente bajo un hechizo. En tal caso el pecado es de quien
lo hizo y de quien lo ordenó hacer.
Es un sinsentido que alguien que dice que cree en Cristo realice
prácticas mágicas, adivinatorias o satánicas; pero, según reporta el
padre Francisco López Sedano, M.Sp.S., coordinador emérito de los
exorcistas de la arquidiócesis de México, en el país el 80% de los que
se dicen cristianos —ya sean católicos o protestantes— practican o hacen
que les practiquen limpias, lectura de cartas o de la mano, consulta de
los horóscopos y otros modos de adivinación, uso de amuletos y
talismanes (como cadenas de ajos en los negocios, o ropa interior roja y
borregos detrás de la puerta en año nuevo, etc.), e infinidad de
supersticiones.
«El Señor Jesús lo destruirá con el aliento de su boca» (II Tes 2, 8)
Por Diana R. García B.
Por mucho que el poder de Satanás nos apantalle, es nada frente al poder
absoluto de Dios. Las Sagradas Escrituras anuncian que «el Señor Jesús
lo destruirá con el aliento de su boca» (II Tes 2, 8), es decir, sin la
menor fatiga divina, sin el más pequeño esfuerzo; tan sutilmente como
con una tranquila espiración.
¿TEMOR AL DIABLO?
Quien vive en amistad con Dios, es decir, en estado de gracia, no tiene
por qué temer a los ángeles caídos; por el contrario, son éstos los que
han de temer a los amigos de Dios.
A santa Teresa de Ávila alguna vez la asaltaban y asustaban los
demonios; pero cuando comprendió lo que significaba ser hija del
Altísimo, las cosas cambiaron. Escribe la santa:
«Si este Señor [Jesucristo] es tan potente, como sé y veo; si los
demonios no son sino sus esclavos, como la fe no me permite dudar, ¿qué
mal me pueden hacer si yo soy la sierva de este Rey y Señor? Más aún,
por qué no sentirme tan fuerte que puedo afrontar al Infierno entero?
Tomaba en mano una cruz y me parecía que Dios me infundía valor. En
breve espacio de tiempo me sentí tan transformada que no hubiera tenido
temor de descender, luchar con todos y gritarles: ‘Vengan, vengan ahora,
que siendo yo la sierva del Señor, quiero ver qué pueden hacerme’.
«Y parece que de verdad me temían porque permanecí tranquila. A partir
de entonces aquellas angustias no me atormentaron más, ni tuve miedo a
los demonios, y tan es así que cuando se me aparecían no sólo no tenía
miedo, sino que me parece que ellos lo tenían de mí».
Demonio caído, el dolor eterno de la condena sin remisión.
BATALLA CONSTANTE
Sin embargo los demonios, aunque parcialmente derrotados, continuaron
tratando de «trabajar» contra santa Teresa, del mismo modo que siempre
están y estarán tratando de «trabajar» contra toda persona humana, pues,
como advierte san Pablo, «nuestra lucha no es contra enemigos de carne y
sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos
de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal» (Ef 6, 12).
Contra Dios no tienen nada que hacer, pero contra nosotros sí. Si frente
al Señor son nada, frente a nosotros sus poderes son ciertamente
superiores, y nuestras propias fuerzas y armas, inútiles. De ahí la
urgente recomendación: «Revístanse con la armadura de Dios, para que
puedan resistir las insidias del demonio» (Ef 6, 11). Pues sólo con los
medios que Dios ha dado a su Iglesia se «podrán apagar todas las flechas
encendidas del Maligno» (Ef 6, 16).
La vida de la gracia es y será siempre la mejor cura y prevención contra
los poderes del infierno, se trate de la simple tentación o de algo
peor. Quien ora diariamente, frecuenta los sacramentos y los
sacramentales, y confía plenamente en la Misericordia del Señor, está
bajo su protección y no tiene nada que temer: Dios jamás abandona a un
hijo fiel.
«El demonio es un ser poco temible.... Si ahora mismo se me apareciera
aquí, o en la soledad de mi habitación, Satán, el más poderoso de los
demonios, yo sólo tendría que decir ‘Jesús’ lleno de fe; el demonio no
puede resistir esa palabra. Mucha gente me ha dicho después de salir de
una sesión de exorcismo que al principio tenía mucho miedo; pero después
que se ve que el demonio está ahí retorciéndose y aullando, y que es él
el que está siendo torturado por las oraciones, se pasa el miedo y uno
se dice: ‘¿Éste es el demonio? Es verdad: es bien poca cosa’. Así que yo
a todos les animaría a no tener ningún miedo».
P. José Antonio Fortea
«La centralidad de Cristo nos dice que sólo en su Nombre podemos ser salvados. Y sólo en su Nombre podemos vencer y librarnos del enemigo de la salvación: Satanás.
A la conclusión de los exorcismos, cuando se trata de casos muy serios,
los de la posesión diabólica total, suelo recitar el himno cristológico
de la Carta a los Filipenses (2, 6-11). Cuando llego a las palabras
‘para que al Nombre de Jesús toda rodilla se doble en los Cielos, en la
Tierra y en los abismos’, me arrodillo yo, se arrodillan los presentes
y, siempre, el poseído también se ve obligado a arrodillarse. Es un
momento impresionante y sugestivo».
P. Gabriel Amorth
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