1 oct 2015

Sobre el combate espiritual

Maria Vallejo-Nágera

En una ocasión la escritora conversa María Vallejo-Nágera entrevistó al Padre Gabriel Amorth (Exorcista Oficial del Vaticano) para un programa de televisión en España. Las revelaciones en cuanto a la Virgen María son maravillosas y sorprendentes: «¿Y eso por qué? Porque se siente profundamente humillado. El saberse obligado a hincar la rodilla ante una mujer, la Madre de Cristo... ¡Ah! No puede con eso. Las oraciones a la Virgen durante un exorcismo son extraordinariamente poderosas a mi favor... También ocurre con las reliquias que han pertenecido a algunos santos. Yo suelo utilizarlas con mucha frecuencia, porque no las puede soportar. Suele salir despavorido por la misma razón: la humillación de la obediencia a la que le obliga Nuestro Señor, que le induce a doblegarse ante un ser humano, no ante un ángel o ante Dios mismo: ante un ser humano que ha sido santo» 

 

Gabriel Amorth
Los demonios tienen poco poder.

No pudiendo matarnos, tratan de hacernos sus secuaces. Su acción ordinaria es la tentación; la extraordinaria sólo ocurre en determinados casos, aunque va en notable aumento.

Dice el Apóstol san Juan que «el mundo entero yace bajo el poder del Maligno» (I Jn 5, 19). Luego entonces, el demonio es poderoso. Pero, ¿qué tanto?

El padre Gabriel Amorth, exorcista de la diócesis de Roma, explica: «Dios jamás reniega de sus criaturas. Por ello también Satanás y los ángeles rebeldes, aun cuando apartados de Dios, continúan conservando su poder, su rango (Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades...), aunque es para el mal». No es que el Señor quiera que usen su poder para el mal, sino que ellos, porque libremente lo decidieron así, lo emplean de esa manera y de ninguna otra.

¿CONTRA QUIÉN?

El pleito de Satanás y demás ángeles rebeldes es con Dios; es a Él a quien rechazaron, a quien le dieron como respuesta un «no» absoluto e irreversible. Pero como contra Él nada pueden, al ser expulsados del Cielo (cfr. Ap 12, 7-9) se han dedicado a hacer la guerra contra «sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (Ap 12, 17).

Dice el padre Amorth que «no exagera san Agustín cuando afirma que si Satanás tuviese de Dios mano libre ‘ninguno de nosotros quedaría con vida’. No pudiendo matarnos, trata de hacernos sus secuaces».

ACCIÓN ORDINARIA

El modo ordinario de intervención demoniaca en la vida de los hombres es por medio de la tentación. Tan es así que en el Nuevo Testamento se le llama «el Tentador», como nombre propio (cfr. Mt 4, 3; I Tes 3, 5).

Esta acción va dirigida a toda persona humana a fin de hacerla pecar y alcanzar la condenación eterna.

Ha precisado el padre Hugo Valdemar, vocero de la arquidiócesis de México, que «los diputados y gobernantes se han vuelto un instrumento del Maligno al aprobar leyes que generan el desorden moral y lesionan a la sociedad (…) La denigración de la dignidad humana es manifestación de la presencia del Maligno, que se ve reflejado en leyes como el aborto y las uniones entre personas del mismo sexo».

ACCIÓN EXTRAORDINARIA

La acción extraordinaria del demonio, enseña el padre Amorth, Dios se la consiente «sólo en determinados casos». El presbítero italiano la clasifica en cinco modalidades:

1) SUFRIMIENTOS FÍSICOS:

Aquí se incluyen las experiencias desagradables que padecieron tantos santos, tales como ser literalmente flagelados, empujados o golpeados por demonios. «En estos casos nunca ha existido la influencia interna del demonio en las personas golpeadas y nunca ha habido necesidad de exorcismos».

2) POSESIÓN DIABÓLICA:

Es cuando uno o varios demonios toman el control del cuerpo (no del alma) de una persona haciéndola comportarse o hablar como él o ellos quieren, sin que la víctima se pueda resistir y, por tanto, sin tener responsabilidad moral. Es aquí donde se pueden advertir fenómenos espectaculares que ponen en evidencia el poder de los ángeles caídos: fuerza excepcional, hablar idiomas que el poseso nunca aprendió, revelar cosas ocultas, levitar, materializar objetos que «salen» de la boca de la víctima (clavos, alambres), etc.

3) VEJACIÓN DIABÓLICA:

Se trata de disturbios, enfermedades y otros males físicos de origen demoniaco. El Evangelio narra cómo Jesús sanó a un mudo (Lc 11, 14) y a una mujer encorvada (Lc 13, 10-16), ambos enfermos no por causas naturales sino por una clara vejación de origen demoniaco. Todas las desgracias de Job tuvieron igualmente este origen.

El padre Gabriele Nanni, de la diócesis de Roma, cuenta: «Recuerdo el caso de una joven... que tenía sufrimientos tan dolorosos en el intestino que era como si tuviera adentro trozos de vidrio que la cortaban. El demonio le impedía comer, ella deseaba ingerir alimentos pero inmediatamente devolvía todo; llegó un momento en que sólo lograba comer pan y beber agua, y al final ni siquiera eso».

4) OBSESIÓN DIABÓLICA:

«Son repentinos asaltos, tal vez continuos, de pensamientos obsesivos, y probablemente también racionalmente absurdos, pero a tal grado que la víctima no logra liberarse de ellos», define el padre Amorth.

5) INFESTACIÓN DIABÓLICA:

En ese caso la acción o presencia demoniaca se manifiesta en lugares (casas, oficinas, tiendas), objetos (autos, almohadas, muñecas) y animales.

¿MUCHOS O POCOS CASOS?

Cuando el padre Amorth habla de que «sólo en determinados casos» Dios permite que Satanás y sus demonios actúen de forma extraordinaria, no significa sin embargo que sea algo rarísimo; lo que sí afirma él y todos los exorcistas del mundo es que las verdaderas posesiones sí son escasas. En cambio, el padre Gabriel está de acuerdo con el exorcista francés Tonquédec, que afirmaba: «Hay un gran número de infelices que, aun cuando no presentan signos de posesión diabólica, recurren al ministerio del exorcista para que los libere de sus padecimientos: enfermedades crónicas, adversidades, desgracias de toda especie. Los endemoniados son muy raros, pero de estos infelices hay legiones».

¿Qué origina la influencia demoniaca extraordinaria en la vida de los hombres?

Dice el presbítero Pedro Pantoja, exorcista de la arquidiócesis de México, que la mayoría de las víctimas fueron presa del demonio «por andar incursionando en lo que está de moda: esto de la new age, todo lo que es adivinación, astrología, espiritismo y todas las prácticas que se derivan de ahí. Es una manera de abrir las puertas al diablo, que siendo un pobre diablo se siente con poder al ver que hay personas que incursionan en sus terrenos».

Pero si de verdadera posesión se trata, explica el padre Amorth, «la mayor parte de la gente queda poseída después de haber participado en misas negras o ritos satánicos».

Ésta es la advertencia de otro exorcista, el sacerdote José Antonio Fortea, de la arquidiócesis de Madrid: «La ouija es una puerta abierta por la que el mundo demoníaco puede pegarse a nosotros, sin necesidad de llegar a poseer. Muchos saben que se sienten presencias en la habitación, aunque sea otro lugar donde se hizo espiritismo. Pero lo peor de todo, lo verdaderamente demoníaco es la santería afrocubana. Nunca, jamás, vaya nadie a un santero. La magia blanca, los conjuros, los hechizos también abren puertas para que el que los hace quede poseído».

Sin embargo, dice el padre Gabriel Amorth que en la causa más frecuente de los diversos trastornos de origen satánico «la víctima es inocente de culpa alguna», ya que la mayoría de los casos tuvieron su origen en un maleficio, usualmente bajo un hechizo. En tal caso el pecado es de quien lo hizo y de quien lo ordenó hacer.

Es un sinsentido que alguien que dice que cree en Cristo realice prácticas mágicas, adivinatorias o satánicas; pero, según reporta el padre Francisco López Sedano, M.Sp.S., coordinador emérito de los exorcistas de la arquidiócesis de México, en el país el 80% de los que se dicen cristianos —ya sean católicos o protestantes— practican o hacen que les practiquen limpias, lectura de cartas o de la mano, consulta de los horóscopos y otros modos de adivinación, uso de amuletos y talismanes (como cadenas de ajos en los negocios, o ropa interior roja y borregos detrás de la puerta en año nuevo, etc.), e infinidad de supersticiones.

«El Señor Jesús lo destruirá con el aliento de su boca» (II Tes 2, 8)

EL PODER DEL DEMONIO ES NADA FRENTE A DIOS
Por Diana R. García B.

Por mucho que el poder de Satanás nos apantalle, es nada frente al poder absoluto de Dios. Las Sagradas Escrituras anuncian que «el Señor Jesús lo destruirá con el aliento de su boca» (II Tes 2, 8), es decir, sin la menor fatiga divina, sin el más pequeño esfuerzo; tan sutilmente como con una tranquila espiración.

¿TEMOR AL DIABLO?

Quien vive en amistad con Dios, es decir, en estado de gracia, no tiene por qué temer a los ángeles caídos; por el contrario, son éstos los que han de temer a los amigos de Dios.

A santa Teresa de Ávila alguna vez la asaltaban y asustaban los demonios; pero cuando comprendió lo que significaba ser hija del Altísimo, las cosas cambiaron. Escribe la santa:

«Si este Señor [Jesucristo] es tan potente, como sé y veo; si los demonios no son sino sus esclavos, como la fe no me permite dudar, ¿qué mal me pueden hacer si yo soy la sierva de este Rey y Señor? Más aún, por qué no sentirme tan fuerte que puedo afrontar al Infierno entero? Tomaba en mano una cruz y me parecía que Dios me infundía valor. En breve espacio de tiempo me sentí tan transformada que no hubiera tenido temor de descender, luchar con todos y gritarles: ‘Vengan, vengan ahora, que siendo yo la sierva del Señor, quiero ver qué pueden hacerme’.

«Y parece que de verdad me temían porque permanecí tranquila. A partir de entonces aquellas angustias no me atormentaron más, ni tuve miedo a los demonios, y tan es así que cuando se me aparecían no sólo no tenía miedo, sino que me parece que ellos lo tenían de mí».


Demonio caído, el dolor eterno de la condena sin remisión.


BATALLA CONSTANTE

Sin embargo los demonios, aunque parcialmente derrotados, continuaron tratando de «trabajar» contra santa Teresa, del mismo modo que siempre están y estarán tratando de «trabajar» contra toda persona humana, pues, como advierte san Pablo, «nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal» (Ef 6, 12).

Contra Dios no tienen nada que hacer, pero contra nosotros sí. Si frente al Señor son nada, frente a nosotros sus poderes son ciertamente superiores, y nuestras propias fuerzas y armas, inútiles. De ahí la urgente recomendación: «Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio» (Ef 6, 11). Pues sólo con los medios que Dios ha dado a su Iglesia se «podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno» (Ef 6, 16).

La vida de la gracia es y será siempre la mejor cura y prevención contra los poderes del infierno, se trate de la simple tentación o de algo peor. Quien ora diariamente, frecuenta los sacramentos y los sacramentales, y confía plenamente en la Misericordia del Señor, está bajo su protección y no tiene nada que temer: Dios jamás abandona a un hijo fiel.

«El demonio es un ser poco temible.... Si ahora mismo se me apareciera aquí, o en la soledad de mi habitación, Satán, el más poderoso de los demonios, yo sólo tendría que decir ‘Jesús’ lleno de fe; el demonio no puede resistir esa palabra. Mucha gente me ha dicho después de salir de una sesión de exorcismo que al principio tenía mucho miedo; pero después que se ve que el demonio está ahí retorciéndose y aullando, y que es él el que está siendo torturado por las oraciones, se pasa el miedo y uno se dice: ‘¿Éste es el demonio? Es verdad: es bien poca cosa’. Así que yo a todos les animaría a no tener ningún miedo».

P. José Antonio Fortea


«La centralidad de Cristo nos dice que sólo en su Nombre podemos ser salvados. Y sólo en su Nombre podemos vencer y librarnos del enemigo de la salvación: Satanás.

A la conclusión de los exorcismos, cuando se trata de casos muy serios, los de la posesión diabólica total, suelo recitar el himno cristológico de la Carta a los Filipenses (2, 6-11). Cuando llego a las palabras ‘para que al Nombre de Jesús toda rodilla se doble en los Cielos, en la Tierra y en los abismos’, me arrodillo yo, se arrodillan los presentes y, siempre, el poseído también se ve obligado a arrodillarse. Es un momento impresionante y sugestivo».
P. Gabriel Amorth

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