¿Que haria Jesús ante esa situación?
Marcos 1,23 al 26
En la sinagoga había un hombre poseso, entonces, ¿qué hace ese hombre allí?, ¿por qué grita?, ¿qué sentido tiene lo que dice? Lo que ocurre en la sinagoga es calificado como de milagro. Pero un milagro interesante, porque los milagros suponen la fe por parte del enfermo. Pero cuando se trata de exorcismos, los demonios no quieren ser sanados porque significa que son vencidos, desaparecen de la escena, mueren para la persona, y para su acción a través de ella. El exorcismo puede resultar un arma de doble filo: liberación para unos y muerte para otros.
El hombre de nuestra historia estaba en la sinagoga, era ese el lugar correcto para encontrar la solución a su problema. Él grita. Ese grito dice cuánto dominio tienen las fuerzas que lo tienen sujetado. Jesús, como hijo amado de Dios es el mediador natural para el proceso de liberación. El contenido del grito plantea que las fuerzas no humanas que tienen al hombre poseído reconocen a Jesús como intermediario para el equilibrio que busca aquel poseso. Reconocerlo significaba que Jesús era un ser superior a ellas, al cual ellos debían someterse. Jesús, luz de los hombres, está encargado de cumplir las órdenes amorosas de Dios padre. Esas órdenes de Dios, por lo que dicen las voces que salen del poseso, consistían en expulsar a los seres no humanos, superiores e inferiores, que desequilibran la vida de las personas.
Marcos 1,23 al 26
23 Y había en la sinagoga un
hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar;
24 «¿Qué quieres de nosotros,
Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres:
el Santo de Dios».
25 Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate
y sal de este hombre».
26 El espíritu impuro lo sacudió
violentamente, y dando un alarido, salió de ese hombre.
En la sinagoga había un hombre poseso, entonces, ¿qué hace ese hombre allí?, ¿por qué grita?, ¿qué sentido tiene lo que dice? Lo que ocurre en la sinagoga es calificado como de milagro. Pero un milagro interesante, porque los milagros suponen la fe por parte del enfermo. Pero cuando se trata de exorcismos, los demonios no quieren ser sanados porque significa que son vencidos, desaparecen de la escena, mueren para la persona, y para su acción a través de ella. El exorcismo puede resultar un arma de doble filo: liberación para unos y muerte para otros.
El hombre de nuestra historia estaba en la sinagoga, era ese el lugar correcto para encontrar la solución a su problema. Él grita. Ese grito dice cuánto dominio tienen las fuerzas que lo tienen sujetado. Jesús, como hijo amado de Dios es el mediador natural para el proceso de liberación. El contenido del grito plantea que las fuerzas no humanas que tienen al hombre poseído reconocen a Jesús como intermediario para el equilibrio que busca aquel poseso. Reconocerlo significaba que Jesús era un ser superior a ellas, al cual ellos debían someterse. Jesús, luz de los hombres, está encargado de cumplir las órdenes amorosas de Dios padre. Esas órdenes de Dios, por lo que dicen las voces que salen del poseso, consistían en expulsar a los seres no humanos, superiores e inferiores, que desequilibran la vida de las personas.
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