Historia de un exorcismo, de la magia cabalística al sagrado bautismo.
Por el P. Federico Highton.
En este intervalo sin crónicas ni aventuras, donde me vi forzado a dejar por un breve período los misteriosos horizontes de la paganía y a recluirme en nuestra casa religiosa de la Orden San Elías en Las Galias para terminar el doctorado pendiente, pude ser testigo del muy fecundo y escondido trabajo apostólico que los Padres Ansaldi hacen en la Parroquia de Ollioules.
Mas no solo fui edificado por su ejemplo sacerdotal, su celo apostólico y su estilo monástico, sino que fui testigo de una conversión que bien puede ser considerada, una “rara avis”. Nos referimos a la conversión de una mujer francesa llamada Teresa (no revelamos su nombre real por razones obvias). Entremos en la historia, que no sólo no terminó, sino que recién empieza.
Teresa nació en una familia atea, que cuenta con varios masones desde la época de sus abuelos. Cuando ella era niña, según ella cuenta, el diablo le dijo: “tu familia es atea; ergo, Dios no te va a cuidar. Yo me encargaré de tí”. Pasado el tiempo, siguiendo las huellas de su madre, se dedicó a la magia y, más específicamente, al tarot, llegando a hacer de eso no sólo su profesión, sino su misma vida. Económicamente le estaba yendo bien, pero de pronto surgió un problema: su cuerpo y su alma empezaron a sufrir horribles dolores que jamás cesaban. El motivo era simple: quedó poseída por uno o más demonios. Quien juega con fuego, se quemará. Es así de simple.
Su vida devino un infierno incesante, pero había breves momentos del día en el que sus dolores se interrumpían: era cuando sonaban las campanas de la Parroquia, la Parroquia de Ollioules, donde celosamente trabajan los Padres Ansaldi. Cuando las campanas sonaban, para dar la hora, para invitar al Angelus o llamar a Misa, sus tétricos dolores desaparecían. Fue entonces, que Teresa, deseosa de poner fin a sus tormentos, se acercó a la Parroquia.
Pero, algo sucedía: cuando trataba de entrar en el templo, no podía ingresar. Hacía el esfuerzo, quería dar el paso, dejaba todo de sí, pero no podía poner un pie en la Casa de Dios. Algo o, mejor dicho, alguien, se lo impedía. Luego del tercer intento fallido, con fina perspicacia sobrenatural, percibió algo importante: “si no puedo entrar, significa que debo entrar”.
Al fin de cuentas, hace un año, logró hablar con el párroco, el Padre José. Ese día, probablemente gracias a las oraciones de algún alma que ofreció sus dolores en alguna parte del mundo, Teresa decidió bautizarse. Fue un catecumenado muy especial ya que no sólo debía aprender la doctrina y las plegarias, sino enfrentar tremendos ataques de los demonios. Una de las pruebas preternaturales que debió padecer fue que cuando ella nos veía a los sacerdotes (soy testigo de este hecho), contemplaba el abismo del poder sacerdotal, y por eso, se le llenaba la mente de una multitud de insultos indecibles contra el clero. No por nada, el Santo Cura de Ars llegó a decir lo siguiente: “¡Oh, el sacerdote es algo grande! No, no se sabrá lo que es, sino en el cielo. Si lo entendiéramos en la tierra, moriría uno, no de espanto, sino de amor”.
El de Teresa era un caso especial. Por eso, hace unos pocos días, la llevamos a la casa de un ermitaño amigo, el Padre Diego, quien, retirado del mundo, se dedica al ministerio del exorcismo y a la predicación de Ejercicios Ignacianos. El Padre Diego la atendió y al cabo de unos minutos nos dijo: “está hasta la manos” (expresión argentina que, en este caso, se podría traducir como “evidentemente está poseída”). La exorcizó y nosotros lo secundamos con nuestras pobres plegarias. Por mi parte, me limité a rezar el rosario enfrente de ella.
Cuando terminó el exorcismo, destilando ella un odio luciferino al Rosario, me dijo: “yo te quería arrancar los ojos”. En el fondo, no era ella la que hablaba. Sino, otro…
El Padre Diego nos comentó que haría falta varias sesiones más de exorcismo (en algunos casos, nos decía, esto puede llevar años) y que había que adelantar la fecha del bautismo, para el cual ella se había estado preparando desde hacía un año. Lo llamamos al Obispo e inmediatamente concedió permiso para darle todos los Sacramentos sin dilación alguna.
Pocas horas antes del Bautismo, el demonio, mintiendo como siempre, se jugó una de sus últimas fichas: le ofreció a Teresa “darle todo si dejaba todo”, esto es, si dejaba a Dios. Y ella venció la horrible tentación.
Finalmente, el pasado viernes, el Padre José la bautizó usando la forma litúrgica extraordinaria. El rito tradicional del Bautismo de adultos tiene una fuerza especial: los exorcismos son mucho más fuertes; el bautizando debe arrodillarse tres veces afuera del templo para rezar el Padre Nuestro y luego, ni bien ingresa a la iglesia, debe postrarse como signo de humildad ante Dios. Durante el rito, ella tuvo ciertos retorcijones y risas extrañas, si bien esta vez los “efectos especiales” no fueron impresionantes (lo cual bien pudo haberse debido a que, adredañas, el padre Javier simultáneamente celebraba la Misa en el altar lateral de San José rogando para que el bautismo pueda ser felizmente consumado). Fue bautizada y confirmada en la misma ceremonia. Salió renovada y exultante.
Durante el bautismo, según ella testifica, vio un ángel caído, pero cuando entró otro Sacerdote, el demonio se desplazó a la izquierda y cuando entró el exorcista, el demonio desapareció, sin poder entrar a la iglesia. Conste que Teresa es una persona muy inteligente que vive con los pies bien puestos sobre la tierra.
Valga decir que antes del Bautismo, fuimos a bendecir y exorcizar su casa. Entonces, le preguntamos si aún le quedaban elementos de brujería y nos dio aquello de lo que todavía no había podido desprenderse: un mazo de cartas de tarot y una estrella satánica. Ella estaba profundamente apegada a esas cosas. Entonces, nos fuimos para exorcizar y quemar esos objetos (si simplemente se los arroja al cesto, o al río, los magos, guiados por los demonios, los recuperan fácilmente, como nos confirmó Teresa). Fue hermoso ver cómo ardían en el fuego los instrumentos con los que el diablo esclavizaba a las almas (¡qué hermoso es ver arder a los ídolos!).
Volvimos de la hoguera (¡nos costó bastante que se quemen esas cartas malditas!), y nos topamos con un nuevo mensaje: Teresa recordó que aún tenía más mazos. Nos los dio diciendo: “Acá está toda mi vida y todos mis recuerdos”. Volvimos a quemarlos. Al otro día, pasó lo mismo: aún quedaba un último resto. Y volvimos a prender la pira.
Un bautismo de agua y tres hogueras de fuego. De la pila a la pira… ¡Bendito sea Dios!
Ampliemos con pocas líneas más el asunto de las cartas. Teresa nos confirmó lo que ya sabíamos por los libros, esto es, que el tarot es uno de los elementos de la kabbalah judía, lo cual nosotros habíamos aprendido leyendo al protestante Michael Hoffman y su erudito libro El judaísmo descubierto[1].
En efecto, como escribió el lammenasiano clérigo apóstata Eliphas Levi, “los diez Sefirots y los veintidós Tarots forman lo que los cabalistas llaman las treinta y dos sendas de la ciencia absoluta… Los rabinos (…) por medio de una interpretación dual de los alfabetos cabalísticos (…) formaron dos ciencias, llamadas Gematría y Temurah, y así compusieron el Arte Notarial, que es fundamentalmente la ciencia completa de los signos del Tarot y su compleja y variada aplicación a la adivinación de todos los secretos”[2]. Esta adivinación, como explica Hoffman, “representa el conjunto de supersticiones babilónicas que fueron repetidamente condenadas y execradas por el Dios de la Biblia. De todos modos, éste es el paganismo que [aún en la actualidad] forma el sistema místico central de la religión judía”[3].
Volviendo a Teresa, agreguemos que ella nos dijo que hasta hace un tiempo en los mazos de tarot se podía leer que eran de origen judío-cabalístico, pero que últimamente, esta información ha sido omitida. Al paso, también nos comentaba que los brujos hoy suelen mezclar el tarot con la magia celta, la magia maya, el hinduismo y el nada inocente budismo tibetano. No nos extraña en absoluto ya que es todo esto más de lo mismo (el diablo no es creativo sino de una monotonía muy aburrida).
II.-
¿Cómo es su vida hoy?
Si cortásemos la crónica aquí, caeríamos en un reduccionismo pues Teresa no es sólo una bruja conversa. Es muchísimo más que eso. Es un alma muy delicada que vive una vida cristiana fervorosa.
En efecto, el Padre José quedó admirado al constatar la fineza del discernimiento espiritual alcanzado por Teresa.
Ella está formándose intensamente, creciendo día a día en el conocimiento de las cosas de Dios, leyendo los mejores libros. Pero, lo suyo no es sólo formarse intelectualmente, sino que es una enamorada del Señor. Y es una enamorada de la Cruz. Su lugar preferido no es sino donde hay un viejo crucifijo. Ama retirarse allí para perderse en la meditación de los divinos misterios. Y no sólo contempla el Calvario, sino que carga con su cruz, incluso cuando sus padecimientos son especialmente ásperos, como le sucedió hace un tiempo, cuando el demonio le quemó las plantas de sus pies, lo cual ofreció al Señor, diciendo: “sufro con Jesús”.
Teresa está por partir en peregrinación a Lourdes. Irá a pedir por su liberación final y total. No la dejemos sola. Vayamos con ella junto con nuestras oraciones y penitencias.
¡Muera la cábala!
¡Viva Cristo Rey!
[1] M. Hoffman, “Judaism discovered from its own texts. A study of the anti-biblical religión of racism, self-worship, superstition and deceit”, Independent History and Research, USA, 2008.
[2] Eliphas Levi, Dogma y Ritual de la Alta Magia (citado por M. Hoffman en Judaism Discovered, p. 794).
[3] M. Hoffman, Judaism Discovered, p. 794. La traducción es nuestra. Hasta donde sabemos, este parresíaco libro de Hoffman (impecable en un 95% ó 99%) aun no fue traducido al español.
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