Maria, reina de la Paz, en Medjugore.
Durante una sesión de exorcismo particularmente dura, el demonio amenazó al sacerdote exorcista Leonid diciéndole que trataría de acabar con su sacerdocio y arruinaría su vida. El padre Leonid no le hizo caso, pues confiaba en Dios y sabía que no debía temer a los demonios.
Pero satanás comenzó a tentarle a cada momento, de forma que no era capaz de rezar. Comenzó a confesarse todos los días pero la presión de satanás sobre él era tan fuerte que le hacía perder la paz en su alma. Comenzó a perder la vocación y sentía su vida destruida.
Le ofrecieron peregrinar a Medjugorje en ese momento con otros sacerdotes y decidió ir. Esperando que tuviese lugar una aparición en el monte Podbrdo, ni siquiera miraba donde estaba la vidente, pues se sentía indigno. Pero algo le hizo volverse. Sintió una suave brisa de la presencia que se acercaba y le daba nueva luz. Comprendió que era la Reina de la Paz. En sus propias palabras: "Ella no humilla ni los echa, Ella ama y simplemente los demonios no pueden permanecer". En ese momento cesaron sus tentaciones.
Inmediatamente después, una mujer poseída golpeó a un sacerdote cerca del padre Leonid. Otros sacerdotes estaban orando sobre ella. El padre Leonid comenzó las oraciones de exorcismo. Tras un largo rato se sintió exhausto y nervioso. Quería parar pero el demonio no se iba. Empezó a rezar con todo su corazón a la Reina de la Paz, como un niño llama a su madre. El mal espíritu, un espíritu de suicidio, gritó: "Ya no puedo seguir aquí, Nuestra Señora está aquí, necesito irme". Y se fue. Este es un ejemplo de muchas más situaciones que siguieron desde entonces.
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