«Sólo la filosofía que proclama la verdad santifica la razón».
«El diablo quiere confundir la razón porque así aplasta nuestra
libertad» dice el exorcista Monseñor Babolín.
«El diablo quiere confundir la razón porque así aplasta nuestra
libertad» dice el exorcista Monseñor Babolín.
Tenía
setenta años cuando fue designado como exorcista de la diócesis de
Padua por el obispo de Padua monseñor Antonio Mattiazzo. Tras siete años
y más de 1.300 casos atendidos su libro «El exorcismo. Ministerio de la
consolación» se aleja de sensacionalismos e intenta llegar a la raíz
del bien y el mal en nuestro tiempo. Esta semana, en entrevista
difundida por revista Tempi de Italia, Babolín sale al ruedo de la
actualidad denunciando el fondo espiritual en una sociedad cegada por la
materia.
Invita a usar la
razón para distinguir el bien del mal, en un tiempo donde con el
engañoso argumento del «todos iguales» se busca en definitiva disolver
los límites entre lo que es correcto y qué no lo es. Ante el intento del
demonio por causar confusión, dice Babolin, es necesario defenderse con
la «santidad de la razón»…
¿Podría explicar esta afirmación?
La razón es santa cuando afirma la razón. Parece una tautología, pero a lo que apunto es a señalar que la razón
es
tal sólo cuando respeta la realidad, es decir, cuando se respeta el
estatuto ontológico del hombre, que es una síntesis extraordinaria,
maravillosa de espíritu y materia. La razón es la herramienta que
poseemos para discernir, para utilizar adecuadamente los sentidos. Dice
el mismo Santo Tomás: «Et sensus ratio quaedam est». La razón respeta la
realidad porque debe partir siempre de los datos de la experiencia, de
lo contrario se convierte en una interpretación errónea, engañosa y
desencarnada... En una palabra: una ideología.
Usted afirma que es
precisamente esta capacidad de defenderse del Maligno, la que ayuda a
distinguir el bien del mal. Porque sólo así seremos «libres para amar».
Vea, el Diablo -tal
como está escrito en los Evangelios-, es constitutivamente mentiroso.
Engaña cuando distorsiona la realidad, pero también cuando dice algo de
verdad. Incluso cuando el Diablo le diga la verdad, lo hace con un
motivo ulterior, de acuerdo a una intencionalidad que no es la del
Creador. El diablo quiere confundir la razón porque así aplasta nuestra
libertad. Cómo ya escribió Blondel, «la libertad de la libertad es un
engaño». La verdadera libertad es el amar, no existe otra. La libertad
se realiza en el amor, un amor que puede incluso ser sacrificio y que
necesariamente deriva en un servicio al otro. La libertad sin el amor se
auto aniquila.
Pero hoy vivimos en una sociedad que no pone en primer lugar a la razón, sino a la espontaneidad, el «mi sentir», el instinto.
Uno también puede
tener una reacción apta, inmediata, evitando vivir de esa forma. En
cierto sentido, los animales son más afortunados que nosotros, debido a
que su instinto no se equivoca nunca. Su vida no depende de la razón,
sino del uso de los sentidos y de los instintos. Por esto el cordero,
aunque nadie le ha enseñado que el lobo es peligroso, cuando lo ve,
huye. Pero para nosotros no es así. Si nuestra sensibilidad no fluye de
la razón,
queda
inconclusa esa misma sensibilidad. De hecho, cuando desde la razón
vamos hacia la sensibilidad, somos creativos y generamos el arte.
En su obra «El exorcismo. Ministerio de la Consolación», advierte contra el peligro de que la familia sea aplastada...
Sí, por las razones
que acabo de mencionar, pero también por motivos relacionados con la
fe. El Maligno -y esto queda en evidencia durante los exorcismos-, tal
como desea profanar la Eucaristía, busca profanar y destruir el
matrimonio. El sacramento del matrimonio es el sacramento más cercano a
la Eucaristía. No es casualidad que Jesús, después de su bautismo en el
Jordán, fuese a participar en las bodas de Caná e instituya el
matrimonio, que es el sacramento que consagra el origen de la vida.
¿Podría explicarse con más detalle?
Una vez, durante un
exorcismo, le pregunté al Maligno por qué le daba tanto fastidio el
amor entre un esposo y una esposa que se habían unido a la iglesia. Y él
me respondió: «¡No soporto que se amen!» El Maligno puede ofrecer sexo,
pero no el amor. Cuando los cónyuges se ofrecen recíprocamente con el
sello (sacramento) del matrimonio, también se dan uno al otro el
Espíritu Santo. Y el Diablo lo sabe, por eso trata de destruirlo. Cuando
una relación amorosa tiene como finalidad el matrimonio, este propósito
fluye como un reflujo protector durante todo el camino. Cuando los
contrayentes se presentan en el altar, declarando su decisión, el
sacerdote la ofrece a Dios invocando sobre ellos al Espíritu Santo. En
el momento que el Espíritu Santo, invocado por la Iglesia, desciende y
transforma su relación, ocurre la unión matrimonial. Luego, el
sacramento nace en
el tálamo. Por esta razón yo llamo «tálamo» al lecho conyugal, porque
ese es el altar de los que creen en Cristo. Es el altar donde ocurre la
liturgia del matrimonio, que durará toda la vida. Justo ayer conocí a un
matrimonio que tiene dos hijos con problemas relacionados con mi
ministerio. Estos padres están luchando en forma maravillosa contra el
Maligno… ¿Saben lo que les protege y les da fuerza?... El amor que los
unió en el sacramento del matrimonio.
Regresando al tema de la familia...
Regresando a la
familia, en ella vemos la trinidad humana. Por los progenitores llega un
tercero, el hijo, y así vemos en la familia el reflejo del misterio del
Dios uno y trino. El hombre no es dos, sino tres, sino porque en él se
encuentra el germen de la trinidad de Dios.
En un incidente que
refiere otro exorcista, el Padre Matteo La Grua, dice que después de un
exorcismo, enfrentándose con el Diablo, le preguntó: ««¿Quién eres tú?»
Y él respondió: «Yo no soy nadie. Perdí mi nombre». Y se marchó,
dejándome aturdido (...). Palabras escandalosas, porque en la cultura
bíblica el nombre se identifica con la persona, por ello era como si el
diablo me estuviera diciendo que, después de haberse rebelado contra
Dios, él no era nadie, porque, al revelarse contra su Creador, se había
perdido a sí mismo, su propia identidad y su propia verdad».
Cuando durante los
exorcismos le digo al diablo que él es «nadie» se enrabia molestísimo.
Le digo: «Tú desearías aniquilarte, pero no puedes porque eres una
criatura». La criatura no puede crearse, menos aniquilarse. Él desearía
desaparecer por no sufrir, pero no puede. Resulta espantoso sólo
pensarlo. En cierto sentido, es un continuo intento hacia la destrucción
y la autodestrucción que no se puede realizar. El Maligno sufre él
mismo por su condición, pero no puede liberarse.
Dios le ha dado
realmente la libertad a los espíritus puros y al ser humano. Es un
regalo fundamental, del que Dios jamás les priva. Pero la libertad
significa ser libre para decir «sí» como para decir «no». Si uno se
encierra en su «no», este «no» se convierte en irreversible. Para
nosotros, los seres humanos, el Señor tiene más misericordia porque
también somos de carne, pero para los espíritus puros... existe la
irreversibilidad.
¿Qué quiere decir esto de la misericordia por nuestra carne?
Que mientras
estamos vivos podemos ser salvados. Es la carne la que nos salva. De
hecho, Él (Jesucristo) se hizo carne sólo por salvar a los que estamos
en la carne. Es el gran misterio de la Encarnación de Dios.
El italiano Francesco Bamonte preside
la Asociación Internacional de Exorcistas
El Papa recuerda que los demonios existen
El P. Bamonte
señaló que “sin duda, el fundamento de la predicación y de las
enseñanzas del Papa Francisco es Jesucristo; pero el Papa nos exhorta a
no olvidar lo que la Sagrada Escritura nos dice: que los demonios existen:
son ángeles creados por Dios que se transformaron en malvados porque
libremente eligieron rechazar a Dios y su Reino, dando origen así al
infierno”.
“El Papa ha descrito a menudo cómo actúan los demonios a través de la tentación para separar a los hombres de Cristo.
De hecho, quieren que seamos como ellos; no quieren la santidad de
Cristo en nosotros, no quieren nuestro testimonio cristiano, no quieren
que seamos discípulos de Jesús”.
Los demonios engañan a los hombres
El exorcista recordó que “el Papa también ha subrayado varias veces que los demonios –que son repelentes y repugnantes– se disfrazan de ángeles de luz para hacerse atractivos y engañar mejor a los hombres. Jesús en el Evangelio nos enseña cómo luchar y vencer a los demonios con su gracia”.
Cuatro "armas" para luchar contra la tentación del demonio
Para hacer frente a las tentaciones de los demonios, el sacerdote enumeró cuatro armas muy poderosas: la Palabra de Dios, el Rosario, la confesión frecuente y la participación en la Santa Misa.
El presidente de la Asociación Internacional de Exorcistas aseguró que “el arma poderosa, ante todo, es la lectura y la meditación de la Palabra de Dios,
como dice el Papa Francisco, que nos ha invitado a llevar siempre en el
bolsillo un Evangelio. En nuestro interior, esta Palabra, cuando entra,
vive, actúa y nos llena de la gracia del Espíritu Santo”.
“Y luego está el Rosario, el encomendarse a la Virgen, a quien el demonio odia especialmente”.
La tercera arma, dijo, es “la confesión frecuente: reconocernos pecadores humildemente, confesar nuestros pecados y pedir a Dios la fuerza para no pecar más”.
A continuación recomendó “la participación en la Santa Misa los días festivos.
Y también la lucha contra nuestros vicios, contra lo que el pecado
original ha dejado en nosotros, para que triunfe el hombre nuevo en
Cristo”.
El P. Francesco Bamonte señaló que la presencia de un sacerdote exorcista en una diócesis “es importantísima”.
“De hecho, cuando no hay un sacerdote exorcista, a menudo la gente se dirige a magos, hechiceros, lectores de cartas y del futuro, sectas”.
El presbítero
señaló que “no tiene sentido pensar que si las personas saben que hay un
exorcista en su diócesis, serán más propensas a creer que son víctimas
de una posesión diabólica. La primera preocupación de todo exorcista con
buen sentido es evitar que se forme o se mantenga la creencia de una
posesión cuando ésta no existe”.
El P. Bamonte indicó que “el exorcista es ante todo un evangelizador, un sacerdote,
por lo que sea cual sea el origen del mal que padece quien acude a él,
sea o no sea una auténtica forma de acción extraordinaria del demonio.
El sacerdote exorcista se esfuerza por infundir serenidad, paz, confianza en Dios y esperanza en su gracia”.
Cuando hay posesión
“Y cuando se
comprueba realmente la existencia de un caso de posesión diabólica, el
sacerdote exorcista acompañará a esos hermanos y hermanas que sufren a
causa del maligno, con humildad, fe y caridad, para sostenerlos en la lucha, para darles ánimos en el duro camino de la liberación, y para reavivar en ellos la esperanza”.
El exorcista de la
diócesis de Roma indicó que en su experiencia ha encontrado “hombres y
mujeres perfectamente sanos de mente, pero expuestos a un nivel de sufrimiento difícilmente imaginable”.
Una forma de caridad a través del exorcismo
“Ante tanto dolor
es imposible permanecer indiferente: deseo sinceramente que muchos otros
hermanos sacerdotes se den cuenta de esta dramática realidad, a menudo
ignorada o subestimada. El exorcismo es una forma de caridad en beneficio de personas que sufren. Está dentro de las obras de misericordia corporal y espiritual”, aseguró.
Los exorcistas en
Roma, dijo el sacerdote, “cuentan con la ayuda de un equipo de
voluntarios formado por médicos especialistas en psiquiatría y psicoterapeutas, que evalúan si es necesario los aspectos médicos.
Hay personas que confunden problemas de origen médico con problemas de
origen espiritual. Los casos que se consideran serios y en los que debe
intervenir un sacerdote exorcista son limitados”.
Reconocimiento vaticano
La reciente
creación de la Asociación Internacional de Exorcistas, que él preside,
“es un signo de los tiempos”, dijo, pues “el Espíritu Santo, en
respuesta a las exigencias especiales de nuestra época, ha suscitado una
toma de conciencia de que entre los mandatos que Cristo a la Iglesia,
está incluido el de expulsar a los demonios en su Nombre”.
“Al mismo tiempo,
el Espíritu Santo ha inspirado en la Iglesia una asociación de
sacerdotes exorcistas para que tengan la fuerza que deriva del estar en comunión con otros hermanos que ejercen el mismo ministerio;
y para que, encontrándose periódicamente y compartiendo sus
experiencias, puedan ofrecer una ayuda más eficaz a quienes se dirigen a
ellos”.
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