31 ago 2016

Una sesión de exorcismo

‘Te exorcizo a ti, espíritu inmundo’

La Razón presenció una sesión de exorcismo en una capilla de Cochabamba. Magdalena (37) siente influencia del demonio en su cuerpo desde hace siete años. Miguel Manzanera tiene el permiso del Arzobispado de Cochabamba para exorcizar a dos personas. En 36 años ha conjurado demonios en al menos 20 personas
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Ejemplo de tonterias que puede hacer el demonio para llamar la atención.
La Razón (Edición Impresa) / Guiomara Calle / Cochabamba
00:00 / 31 de agosto de 2014
De repente Magdalena encorva su cuerpo y cambia su voz. Habla en latín y arameo para maldecir. El padre Miguel reza, le echa el agua bendita y le acerca la cruz, pero todo eso la enfurece. Éste es el clímax del exorcismo: Dios luchando contra el demonio.
“Te exorcizo a ti, espíritu inmundo; tú que eres un maligno. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo (hace la señal de la cruz en la frente de Magdalena) te ordeno que te marches (...). Señor Dios, bondadoso y misericordioso, bendice a esta mujer, que en tu nombre vamos a darle esta agua santa para liberarla”, reza el padre Miguel Manzanera al echar el agua bendita sobre la mujer.
Al sentir el agua, ella gruñe muy fuerte y su voz se parece a la de un hombre. Empieza a gemir y a maldecir en latín y arameo, como describe el sacerdote. Pero Magdalena, una mujer humilde de 37 años que vive en el área rural, desconoce en su lucidez ambos idiomas.
Éste es el primer conjuro que presencia un medio impreso en el país. La capilla del Arzobispado de Cochabamba es el sitio del ritual.
Después del Concilio Vaticano II (1962-1965), una asamblea católica mundial, el dogma de la existencia del diablo pasó a ser “parte vergonzosa de la doctrina”, por lo que muchos creyentes lo ignoraron. Sin embargo, por primera vez, el Vaticano reconoció el 13 de junio de este año a la Asociación Internacional de Exorcistas (AIE).
El sacerdote cuenta previamente que el arzobispo de Cochabamba, Tito Solari, le autorizó exorcizar a dos personas ante la necesidad de su situación. Una de ellas es Magdalena, quien tras mucha insistencia se presta a la producción fotográfica para La Razón, aunque todo da un giro real cuando el agua bendita toca su cuerpo.
Ritual. “Belcebú, sal fuera, sal fuera. ¿Cuándo vas a salir?”, arenga el cura, que lleva un traje blanco (alba) y una estola morada. “Somos muchos”, dice ella con una voz más suave que la del principio. La mujer baja los brazos y aprieta fuerte el reclinatorio en el que se postra. Se desvanece, tose y vomita, pero luego reacciona; mira fijamente al padre y le agrede. “Cállate, maligno, cállate”, le recrimina el hombre de la cruz.
La poseída tiene en frente tres imágenes diferentes de Jesucristo, a las que mira con rencor mientras mueve la cabeza de un lado a otro. El sacerdote sigue rezando e “interrogando” a los demonios. Al fondo de la pequeña capilla se escuchan oraciones en voz baja: la tía, Nancy, la acompaña y llora al verla así. Media hora antes del ritual, Magdalena saluda al equipo de este rotativo con una sonrisa; se muestra amable y carismática. Al preguntarle sobre su situación, su semblante cambia y hace un gesto que hasta parece de vergüenza. “Tengo una influencia demoniaca desde que era una niña. La gente lo hizo por venganza contra mi papá; yo era su preferida”, cuenta.
El padre Miguel llegó al país hace dos semanas de Europa, tras una ausencia de medio año, aunque mantuvo contacto con este diario desde hace dos meses para abordar esta crónica. Entonces, Magdalena fue ansiosa en su búsqueda porque —asegura— es el único que le ofrece paz desde hace dos años con estos rituales.
Ella llega a la capilla con un bolso, saluda y abraza al cura. Saca una botella de agua y sal para que sean convertidas en agua bendita, luego una cruz que lleva consigo.
El religioso lleva más de 15 minutos, con un crucifijo y un manual de oraciones, luchando en la capilla contra el ser maligno en la mujer. Un llanto incontenible invade a la poseída y lanza más insultos, esta vez contra la Virgen María: “¡Maldita mujer, maldita!”. Enseguida, él invoca a los santos católicos para pedir su ayuda espiritual contra Satanás.
“Su madre no es una santa”, dice ella con una voz extraña. “¿A cuál madre te refieres?”, replica el exorcista. “Esa vieja rezadora, esa maldita”, contesta. El agua bendita toca nuevamente su cuerpo y se oye un grito con llanto: “¡Me quema, me quema, ya no más!”.  
“Aquí nos vamos a quedar” es la respuesta que el padre recibe tras 24 minutos de exorcismo; pero no se da por vencido y le ordena besar el crucifijo, la mujer se rehusa. La estola morada es puesta en la cabeza de la poseída y esta vez sí consigue el beso en la cruz, el signo bendito más fuerte.
De repente, en el ambiente ya no se escuchan las maldiciones y el exorcista hace su última frase del ritual. “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén”.
Magdalena termina desvanecida en el reclinatorio y tras unos minutos se levanta y vuelve a ser la amable mujer del principio, y no recuerda absolutamente nada de lo que le acaba de suceder.
Expresa que empezó a sentir las manifestaciones desde hace siete años, cuando se deprimía sin razón alguna, y poco tiempo después le entraba la ansiedad y pensamientos demasiado obsesivos.
Cuenta que con mucha reserva acude ante su exorcista una vez por mes o cada seis semanas. Contadas personas en su familia conocen lo que le ocurre, una de las razones por las que se niega a las fotografías, en un principio. A ello, se suma el temor al rechazo de su entorno, pues ve difícil que alguien ajeno la comprenda.   
Al preguntarle cómo se siente después del ritual, asegura que mejor espiritualmente, aunque físicamente con dolor. “Después de cada exorcismo vuelve la paz y la calma, pero físicamente siento como si me hubieran dado una paliza, porque me duele todo”.
El padre Miguel comenta que es muy difícil expulsar a los demonios porque —en su experiencia— “se agarran a la gente”, y que a veces las luchas con los espíritus malignos duran años.
Durante sus 36 años en el país, al menos 20 personas pasaron voluntariamente por su conjuro. A todo ello se suman los llamados que recibe de autoridades y de familiares para ayudar a resolver casos de asesinatos, que son cometidos por individuos supuestamente poseídos por el diablo.
De origen español, Miguel Manzanera es responsable de la Comisión de Doctrina y Fe de la Conferencia Episcopal Boliviana y vicario judicial del Arzobispado de Cochabamba. Le derivan todo lo referente a casos de exorcismo en el país.
“Puedo dar fe de que estas personas cuentan cosas espantosas, sienten ruidos, les caen objetos, que hay alguien a su lado que los ataca. He tenido varios casos y los he atendido con cierto éxito”, cuenta.
Recuerda el caso de una doctora de La Paz a quien —dice— el diablo le tocaba el hombro para decirle “te he encontrado de nuevo”. “El demonio la hacía pelear con su marido, otro católico, al punto de que en una ocasión casi se matan con cuchillos”.
Pero el caso más violento fue el de una joven que llegó con su papá a pedir ayuda al cura. Su agresividad era tal que tuvieron que sujetarla; ella no paraba de decir con una voz masculina que su padre vivía debajo de la tierra.
Tras la historia, La Razón deja a solas al religioso y a Magdalena. Tienen mucho que hablar.

19 ago 2016

Habla una posesa

María del Carmen, de 42 años y madre de dos hijos, rompe ahora su silencio con el autor de este blog. Quiere que su testimonio sirva a muchos desesperados que sufren en propia carne, como ella lo ha hecho hasta hace sólo tres semanas, cuando quedó felizmente liberada, las tremendas sacudidas del Maligno.
 
“La peor pesadilla de mi vida –recuerda todavía con pavor- empezó hace seis años. Sentí entonces que no era la misma persona; me notaba extraña. Supe con los años que unos vecinos me habían hecho misas negras y ritos satánicos tras recurrir a los servicios de un brujo profesional”.
 
María del Carmen no fue desde entonces ni la sombra de sí misma. Sentía un odio irrefrenable hacia todo lo sagrado. Era incapaz de recitar una sola oración de alabanza a Dios. “No podía ni siquiera pronunciar su nombre -asegura-. Me ponía muy violenta e irascible, cargada de odio y de ira. Tampoco podía pisar una iglesia ni llevar una cruz. De hecho, tuvo que suspenderse la Primera Comunión de mi hijo porque yo no podía estar dentro de la iglesia”.
 
 
Conoció entonces providencialmente al padre Salvador Hernández, exorcista de la diócesis de Cartagena (Murcia), que pasaba unos días de asueto en su localidad natal de Molina de Segura, tras expulsar numerosos demonios en compañía de don Gabriele Amorth, exorcista oficial del Vaticano.
 
“Don Salvador me sentó en un sillón de su casa y fue a la cocina a por un vaso de agua para exorcizarla. Yo quería largarme de allí enseguida. Estaba muy nerviosa. Lo último que recuerdo, antes de sumirme en trance de posesión diabólica, es que agarré al sacerdote por la muñeca para que no me impusiese las manos y grité como una loca”.
 
Desde aquel día, y durante año y medio nada menos, María del Carmen se sometió a un exorcismo semanal. Su marido estuvo presente en todas y cada una de las sesiones. “Don Salvador –agrega- me amarraba a la camilla con blocajes magnéticos, pero yo los desactivaba en cuestión de segundos. Después de cada exorcismo me quedaba extenuada y, claro, al final me cansé y decidí no volver”.
 
Craso error. El demonio se cebó con ella de forma más virulenta aún, hasta que no tuvo más remedio que ponerse de nuevo en manos del padre Salvador.
“La primera posesión –advierte- fue de Lucifer, pero en la segunda se sumó ya Satanás. Los dos demonios me han hecho la vida imposible. Don Salvador tuvo que pedir ayuda a tres personas para sujetarme. Me sentaron esta vez en una silla de hierro, soldada a una plancha maciza sobre la que hacían fuerza los tres hombres con el peso de sus cuerpos para que no pudiera moverme. Pero aun así, yo conseguía levantar la plancha con la silla a medio metro del suelo, levitando”
 
De su tremenda odisea da cuenta ahora la propia víctima:
“Paseando por la calle, sentía una necesidad imperiosa de arrojarme debajo de un coche en marcha o de tirarme por un puente… Mi marido y mis hijos han sufrido los efectos colaterales de mi posesión: discusiones sin venir a cuento, caídas inexplicables de la silla, cambios bruscos de carácter… A veces, el demonio me quitaba las sábanas de golpe…”.

Hoy, María del Carmen es, gracias a Dios, una mujer feliz. “Hace tres semanas –se congratula-, cuando fui liberada, sentí una paz inmensa y lloré de alegría porque había vuelto a nacer. Aquella misma tarde comulgué y recuperé mi vida. Ha sido un calvario por el que he tenido que pasar para madurar espiritualmente. Ahora quiero que mi testimonio sirva a muchas personas que sufren lo indecible por culpa del demonio. Porque el demonio existe”.

Misa negra en Oklahoma (fracasada).

El acto de oración que unió a los cristianos hace fracasar la “misa negra” de Oklahoma

Pese a que finalmente se celebró el acto blasfemo en un local público, el satanista que organizó el acto se quejó de la escasa asistencia argumentando que se debió a la presencia de cientos de cristianos que rezaban en los aledaños del centro cívico.

 Los líderes de las confesiones cristianas de Oklahoma encabezando la marcha /Oklahoma

El pasado 15 de agosto en todo el mundo se celebró la fiesta de la Asunción en honor de la Virgen María, una figura clave para todos los católicos. Pero además en la ciudad estadounidense de Oklahoma se llevó a cabo una misa negra” organizada por un conocido grupo satanista que además eligió esa fecha como provocación.
Pese a la multitudinaria reacción ciudadana el ayuntamiento de Oklahoma permitió que este acto blasfemo se celebrará en un local público alegando que cumplía todos los requisitos para que se celebrara.


Sin embargo, aunque los satanistas se salieron con la suya y pudieron realizar su “misa negra” no fue tan multitudinaria como ellos esperaban a pesar de que sí pudieron corromper y vejar una imagen de la Virgen María. De hecho, fue un fracaso para ellos porque acudió muy poca gente. Y el organizador del acto, Adam Daniels, condenado por abusos sexuales, lo achacó a la movilización de los cristianos de la ciudad.

Y es que el acto satanista y provocador de Daniels provocó la unión de todas las denominaciones cristianas de la ciudad, que se concentraron a las puertas del centro cívico para una marcha por la paz y un acto ecuménico de oración como respuesta a la misa negra.
Cientos de católicos y protestantes desfilaron y oraron juntos. Gente joven, familias con niños y personas mayores se concentraron en este acto de reparación que provocó que muchas de las personas que tenían previsto acudir al acto satanista finalmente no lo hicieran.



Desfilaron frente al centro cívico y pasaron por la catedral católica hasta una iglesia metodista. Unidos por el brazo los líderes de las denominaciones cristianas –bautistas, católicos, metodistas, luteranos, episcopalianos, presbiterianos y pentecostales– encabezaron la marcha en la que llegaron al templo para allí cantar “Amazing Grace”, tal y como informa NewsOk.com.
Después, mientras un grupo rezaba el Rosario otro interpretaba una canción llamada “Víctoria de Cristo” que acabó con un entusiasta “¡Aleluya!” llevado a cabo por los presentes.
Uno de los momentos más emotivos se produjo cuando un sargento de policía que estaba de servicio se unió a la cabecera de la marcha de los cristianos de Oklahoma. Posteriormente, realizó una oración por los policías y militares, lo que provocó la ovación de los presentes.

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